Los libros de Historia guardan tesoros: «(...) aunque el electorado de las grandes ciudades podía escapar a la presión de los caciques, el predominio del mundo rural garantizaba que los resultados siempre otorgaran una mayoría holgada al partido que estaba en el poder y que los grupos antisistema obtuvieran solo un puñado de actas y carecieran, por tanto, de capacidad para estorbar el monopolio de la oligarquía alfonsina». Este texto, extraído de un manual de Historia Política y Social de la UNED, se refiere al sistema político imperante en España a finales del siglo XIX. Pero, ¿a que no han podido evitar pensar en el presente? Han pasado más de cien años, pero todavía podemos reconocernos en ese espejo ignominioso. Debería estremecernos.

Los cortijos, que tuvieron su apogeo en el siglo XVIII, eran espacios agrícolas especialmente pensados para optimizar la explotación en las zonas rurales dispersas del sur de España, especialmente Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura. Si revisamos el mapa electoral de España y observamos con atención las singularidades de estos tres territorios en la actualidad, podríamos encontrar concomitancias de gran interés.

Hay algunas discrepancias entre los expertos lingüistas sobre el origen de la palabra cortijo, que podría referirse a corral, corte o cohorte. Pero, curiosamente, las tres acepciones tienen algo en común: un espacio pequeño —físico o mental— al que perteneces o no perteneces: estás dentro o estás fuera, y no es algo que se pueda cambiar.

Hablar de nueva política, como hacemos aquí cada semana, en un contexto en el que debemos referirnos todavía a conceptos del siglo XVIII o del siglo XIX, podría ser, como mínimo, desalentador. Sin embargo, el desarrollo humano y el enorme impacto de la globalización, han logrado algo inédito en la historia de nuestra especie, y es que en pocas décadas se han producido avances que en otros momentos necesitaron muchos siglos. Así, de repente, los cortijos heredados del siglo XIX y apenas modificados, han tenido que abrirse a Internet. Han pasado, en apenas medio siglo, de aislarse del mundo casi por completo a conectarse con cualquier lugar de la Tierra de forma instantánea.

el poder político es raramente compatible con la libertad. Quien lo sustenta, basa su permanencia en la opacidad, la endogamia, la represión, la amenaza, la exclusión y el miedo. La fórmula es sencilla: yo quiero permanecer en el poder, y para eso debo evitar que tú lo conquistes.

En España, el franquismo vino a certificar una cierta tendencia sociológica hacia lo cortijero. La explosión de libertad de la República fue un exceso de oxígeno en un organismo acostumbrado a las toxinas. La inercia de todo poder político a negar la libertad, sumada a nuestro singular amor por el cortijo, se tradujeron en una guerra y en un régimen dictatorial profundamente provinciano.

EL ADVENIMIENTO de la democracia vino a alborotar el cortijo, pero poco más. Los caciques tuvieron que cambiar de ropa, elegir partido político, transformar el lenguaje y buscar la manera de hacer trampas con unas reglas nuevas. Y así ha transcurrido la vida hasta ahora en muchas zonas de España alejadas de las grandes ciudades.

Pero llegó la globalización e Internet llamó a la puerta del cortijo. Como siempre hace el poder, primero lo ignoró. Pero no hay obstáculo que impida a la fuerza del agua ocupar su cauce natural, y siguió sonando la puerta. Los cortijeros no pudieron ignorar, y se rieron. Pero la tormenta no amainó, y destrozó muchos árboles y mató animales y puso en serio riesgo el capital de los terratenientes. Después de ignorar y reír, el poder ataca.

Y hoy, cuando usted lee estas líneas, los cortijos están bajo asedio. La tormenta continúa implacable, el agua les llega casi por el cuello, y ellos hacen uso de sus últimas armas, manotean y gritan, pierden las formas democráticas y dejan ver esa piel del siglo XIX bajo los falsos ropajes que vestían. Saben que las puertas del cortijo van a ceder, y que las aguas cristalinas de la democracia genuina van a limpiar el fango de dos siglos. Lo prueban todo, pero ya nada les funciona, porque han cambiado por completo las reglas del mundo que conocían. Es un momento histórico y peligroso, el del cortijo asediado: cuando el poder no logra impedir la libertad por las buenas, lo hace por las malas. Pero esta vez no podrá ser a puerta cerrada, porque Internet lo ve y lo sabe todo. Por eso, muy posiblemente, este asedio acabe con victoria de los que nunca ganan.

* Licenciado en Ciencias de la Información