TLtas insidias contra algunos dirigentes del PP eran ciertas --partes de un sumario secreto filtradas a determinados medios de comunicación--, pero los indicios de corrupción que afectan a otros políticos de este partido también lo eran. Y, ese es el problema que tiene que afrontar Mariano Rajoy , porque insistir sobre cómo y por qué el juez Garzón ha llevado la investigación --incluida la cacería que se ha llevado por delante al ministro Bermejo --, no puede ocultar la gravedad de los casos de presuntas mordidas millonarias.

Es sabido que alrededor de los partidos políticos orbitan indeseables que como los hongos medran en las sombras. También se sabe que hace cuatro años Rajoy dio órdenes de cortar la conexión de los organizadores de eventos del PP con el empresario Francisco Correa --principal imputado en el caso Gürtel --. Lo que no ha explicado es por qué cortó, por qué zanjó los contactos. A la vista de lo que ha ido sabiéndose después, no es difícil adivinar a qué dedicaba el personaje sus afanes, pero mientras un juez no lo sentencie debemos seguir en el plano de las conjeturas y la presunción de inocencia.

Cosa distinta es el registro político del caso. Ahí, a mi modo de ver, Rajoy tendría que ser muy claro. Caído Bermejo, el PP no debería tratar de alimentar el fuego alrededor del magistrado Garzón acusándole de prevaricación porque después de Garzón será el Tribunal Supremo quien se hará con el caso si, como parece, hay aforados implicados (parlamentarios nacionales). La política es la política, pero los hechos son tenaces y frente a ellos de poco sirven las cortinas de humo.