TNtos encogemos. En palabras, no en ideas. ¿Qué extensión debe tener un artículo? La innovación del periódico nos deja el artículo-píldora, rápido, eficaz, hijo de la prisa y la urgencia. No hay tiempo ni gente para digestiones pesadas: se lee como se anda, se va o se vuelve. Incisión, luz y eficacia; el lector actual huye, como del diablo, del artículo largo y aunque se repudie el modelo, el e-mail y los mensajes mandan. La ampulosidad del ilustrado y la incontinencia del político han de buscar otros púlpitos. La contención, como precepto clásico, es también hoy la aspiración.

Manuel Vicent ha dicho que en 30 líneas puede hablarse de todo lo que hay que hablar. Quevedo ruega a Dios que nos libre de prólogos y adjetivos inadecuados y la opinión de la calle considera el artículo ideal aquél que da para una visita al cuarto de baño. Tomás Murillo, primero director de este periódico, lacró el ideario del mismo con la defensa de la brevedad, por lúcida: "Nos guía el intento de habituarnos a mirar con horror todo lo extenso, porque como es de clásica sapiencia, no hay ningún razonamiento gustoso si es largo". Pero sin confundirse, porque una lectura rápida puede muy bien no resultar breve: unas veces se dice más a partir de lo no dicho y otras la complejidad viene con la forma concisa.

*Filólogo