TDticen mis amigos que en ocasiones hago cosas raras, y digo yo, quién nos las hace. Pero aún así hoy he decido ponerme una serie de tareas de lo más cotidianas. He ido al videoclub a coger una película para quedarme en casa por la noche (en sesión tranquila de cineclub), me he detenido en una plaza a tomar un café disfrutando del buen tiempo de las terrazas, a continuación me he acercado al supermercado para tener en la nevera algo más que vacíos. Y una vez de regreso a casa, he leído durante un rato un suplemento cultural. Pero he aquí que todo se me distorsionó. En él Vicente Verdú recomendaba un clásico que no había leído, como tantos otros, La conciencia de Zeno de Italo Svevo . Me motiva y voy a la librería que frecuento, pero al buscar el libro por sus estantes no lo localizo. Me desanimo y pienso que me faltan aún muchos por leer y que mejor hago los deberes pendientes y ya lo compraré en otro momento, así que ni le pregunto al dueño si lo tuviera. Sigo mirando estantes y me atrae, casualmente, un libro de Claudio Magris titulado Itaca y Más Allá , os aseguro que hay gran cantidad de libros. Lo tomo y lo llevo debajo del brazo mientras continúo observando las estanterías, sin intención de comprármelo, sólo por afán de posesión momentánea. Después de un rato pienso que no he mirado ni de qué trata el libro, me detengo y lo observo detenidamente. Una recopilación de artículos del autor, y el primero de ellos El Malestar de Mefistófeles trata sobre Italo Svevo y La Conciencia de Zeno . Y claro, qué puedo hacer, pues someterme a los dictados de la realidad, me compro ambos: el de Svevo y el de Magris. Y me pregunto, soy yo el que hace cosas raras, o son las cosas raras las que nos hacen a nosotros. Esta explicación me da más tranquilidad, y espero que a ustedes también.