Si alguien quiere hacer comparaciones sobre el coste de la vida y la crisis, me gustaría explicar lo que se gastaba en alimentación hace medio siglo o más y lo que se gasta hoy en día. Mi abuela decía siempre que la vida estaba muy cara. Ella habitaba un piso de alquiler en el que había un lavadero, un fogón de carbón, cuatro bombillas y un brasero para la calefacción. Mi madre contaba también que la vida estaba muy cara. Ella tenía un piso de propiedad, cocina, calefacción de petróleo, nevera de hielo, una lavadora rudimentaria, plancha eléctrica y un coche utilitario.

Ahora oigo a mis hijos decir que la vida está muy cara: tienen piso de propiedad, plaza de párking (donde guardan su coche de gama alta), calefacción, aire acondicionado, lavadora automática, congelador y secadora. Nos reunimos a veces y montamos debates sobre estos temas; nunca llegamos a grandes acuerdos porque cada uno interpreta la vida de diferente manera, pero los datos económicos son reales y no supuestos. Por eso, voy a suministrar unas cifras para quien quiera hacer las comparaciones oportunas y llegue a conclusiones sobre el coste de la vida; tal vez muchos se lleven una sorpresa.

En 1950, por ejemplo, un peón de albañil ganaba 400 pesetas al mes (recordemos que un euro son 166 pesetas); un oficial de primera, 600, y un trabajador metalúrgico, 480. Un operario de primera de una gran empresa podía llegar a ingresar 1.000 pesetas mensuales si hacía jornadas de 10 o 12 horas. Veamos lo que valían los alimentos: una docena de huevos, 29 pesetas; un litro de aceite, 30; un kilo de ternera, 55; un kilo de arroz, 11; un kilo de plátanos, 7; un kilo de patatas, 4, y un kilo de pan, 13. El que quiera, que haga números. No es tan difícil.

J. Megías **

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