Periodista

Nosotros, mi generación, éramos más bien modositos. Incluso, cursis. De hecho, la zona de Cáceres por donde paseábamos se llamaba Cursilandia . En invierno vestíamos jersei de pico, camisa lisa y vaqueros Lee . En verano, los mismos pantalones, pero combinados con un niki con dos ramas a la altura de la tetilla. No era fácil convencer a nuestras madres de que nos compraran aquellos polos de tenista refinado, pero tras un duro asedio, conseguíamos el Pulligan , los Castellanos , el Fred Perry ... Un primor.

Mi mujer, que era de pueblo, no se andaba con tantas tonterías, compraba su ropa en el Requeté y claro, se ha hecho mayor y ahora no comprende los asedios fashion de mi hijo. Para ella, vestirse es ponerse una ropa útil, resistente, cómoda y, fundamental, barata. Mi hijo, ya saben, no va de modosito, sino de superduro, de kalebellota o algo así. Pero mi mujer no ve muchas diferencias entre sus caprichos textiles pretendidamente transgresores y las pijadas Fred Perry de su cursi marido en aquellos años 70 cacereños de Astoria , Metropol y Fara .

El último objetivo de mi hijo es comprarse una sudadera negra con unas letras rojas y sanguinolentas que dicen: Sepultura . Mi mujer argumenta que si en lugar de Sepultura pusiera Vivan las fiestas de Torrejoncillo , seguramente costaría 12 euros menos. Asimismo, se niega a que su hijo lleve esa alusión mortuoria sobre el pecho en este mes de difuntos. Y en esas andamos en casa.

Si se analiza bien la coyuntura fashion , mi hijo ha salido mucho menos caprichoso que su pijo padre. Y mucho más barato. De hecho, consigue ropa gratis por cauces inverosímiles. Fíjense, resulta que un amigo suyo que era trans metal hasta hace un par de meses, se ha hecho medio nazi, medio facha, medio skin... Es que en Cáceres y en cuestión de tribus urbanas, todo es medio. El caso es que su colega ha cambiado de onda, ha empezado a leer la autobiografía de Hitler, Mein kampf , se ha afiliado por internet a un grupo futbolero ultra del Albacete y, aquí viene lo bueno, ha cambiado completamente su vestuario de rockero insaciable por el de camisa parda del siglo XXI. Como reniega de su pasado en pos de grupos como Eskorbuto o Tarzán y su (...) madre buscan piso en Alcobendas , ha regalado sus cazadoras, camisetas y sudaderas metálicas y el fondo de armario de mi hijo y sus colegas ha crecido de manera considerable.

En realidad, a todas las madres de todos los adolescentes de Cáceres, lo que les preocupa y desespera no es si los chavales compran sudaderas de Sepultura o de los Hombres G , sino lo que ellas llaman la guarrería de vestirse como una cebolla. Cualquier madre con hijos de entre 12 y 25 años sabe a qué me refiero: esa moda juvenil de ponerse siete camisetas, una encima de otra, y, lo que es peor, quitárselas todas a la vez y lanzarlas arrebujadas, sudorosas y malolientes al armario. Porque los padres, en los 70, pareceríamos modositos, pero éramos tan finos que ni sudábamos, nuestros Fred Perry olían a Patrichs , que nos compraba mamá en el Requeté , y nos los poníamos de uno en uno, no encebollados.