En este mundo globalizado, la banca española ha quedado prácticamente al margen del contagio. Sus resultados preliminares en el 2008 no son nada malos en cifras totales, y excepcionales en comparación con la banca del resto del mundo. Pero el riesgo de que esta fortaleza se deteriore trimestre a trimestre hasta el punto de necesitar inyecciones de capital no es teórico: basta con observar cómo sube, mes a mes, el número de impagados, la morosidad. No solo los particulares tienen problemas para acceder a un crédito. También las empresas, incluso las de solvencia contrastada. Y la referencia de los últimos años, prestar al tipo del euribor más un porcentaje de gestión (0,40% a 0,70%) se ha desvanecido. Hoy, con un euribor al 2,65%, el préstamo a las empresas se cobra por encima del 5,40%. Los bancos han de gestionar un entorno difícil, es cierto, y han de evitar caer en los mismos errores que hace pocos años, pero algo deben hacer porque no puede olvidarse que el primer y más generoso plan de apoyo del Gobierno español ha sido para las instituciones financieras. Una banca no puede ser solvente si la sociedad en la que trabajan está quebrada; y si no se encuentra pronto el punto justo en la gestión de riesgo los bancos serán corresponsables de la crisis.