TAtsistimos a la ceremonia de la perversión en la que ETA y Batasuna pretenden que el atentado de Barajas es compatible con el diálogo con el Gobierno. ETA no tiene crédito de ninguna clase. Sus prácticas demuestran que su concepción de la negociación no tiene nada que ver con la que pudiera celebrar un gobierno democrático. No dejar claros estos extremos desde el Gobierno de la nación es una enorme señal de debilidad, porque alimenta la creencia de que los asesinatos permiten el diálogo.

Ese mismo equivoco sostiene la manifestación convocada por el Lehendakari del Gobierno vasco, cuya diferencia de actitud con la del presidente del PNV es claramente insoportable. Seguir hablando de la posibilidad de un diálogo es alimentar la violencia. Seguir insistiendo en que el final del terrorismo será dialogado, no es cosa distinta de trasladar un mensaje a ETA de que sus fechorías, por grandes que sean, no excluyen que al final exista el perdón.

La falta de firmeza ha sido uno de los principales déficit del proceso emprendido por el Gobierno en el que la kale borroka, el impuesto revolucionario, el robo de pistolas y las amenazas no han promovido la clausura de una negociación que no estaba madura, cuya información era ineficiente y cuyos interlocutores, como ha dicho y desdicho José Blanco , eran inadecuados.

Es hora de firmeza en el convencimiento de que, en dependencia de las circunstancias, podrá haber o no diálogo, pero nunca anunciado como una necesidad del Gobierno sino como la última cláusula de una rendición que se tiene que buscar por la vía policial y por el asilamiento social del terrorismo.

José Luis Rodríguez Zapatero dispone de una ocasión de oro para retomar el liderazgo, pero sus cavilaciones trasladan la sensación de que no ha desistido de realizar un proceso que no reúne las condiciones. Su persistencia y su falta de firmeza le están generando un vacío que no puede rellenar sus incondicionales, ajenos a todo sentido autocrítico.

*Periodista