THta llegado usted, Sonsoles, a las estancias del palacio de la Moncloa con la obsesión por las cretonas y los tapizados con que llegó su antecesora, o su preocupación primera ha sido pensar que ahí su marido necesitará más hombro amigo que sofá bien acolchado?, ¿ha sustituido la obsesión por las apariencias, por la vigilancia cercana de las ojeras que le van a salir, el abatimiento que con frecuencia ocupará su rostro o el frío que las dudas y las dificultades van a acumularse sobre su nuca? Estamos esperanzados en que su llegada a la Moncloa rompa la previsión de que lo mismo produce lo mismo. Algunos deseamos que las fruslerías y trivialidades que decoraban esa casa, dejen paso a empeños más sustantivos; que el espíritu sea el último alarde del espacio familiar; que el diálogo que nace de las preocupaciones interiores, supla al engreimiento y la altanería; que las apariencias hayan sido, definitivamente, consagradas como reflejos de otras tantas ignorancias.

La ciudadanía espera un verdadero cambio de interiores, por eso mira a esa casa no para admirar sus tresillos o sus cortinas, sino para confiar en la familia que rige los destinos de tantas otras familias. Si puede, preocúpese, mejor que de las cretonas y los tapices, de que así sea.

*Filólogo