TEtl triple homicidio de Castelldefels nos debería hacer reflexionar acerca de lo execrable que puede llegar a ser la condición humana. Y también sobre la ingenuidad que subyace en el criterio redentorista que alienta buena parte de nuestra legislación penal. Es justo que quien ha cometido un error tenga la oportunidad de rehabilitarse. Pero tan loable y roussoniano principio debería tener un límite: el crimen.

Los asesinos de la familia Royo de Castelldefels tenían antecedentes penales. Uno de ellos había sido condenado por asesinato y, tras cumplir doce años de cárcel, estaba en libertad desde hace uno. Los detalles del triple asesinato son espeluznantes: el padre degollado, el hijo eventrado, la madre apuñalada. Querían robar a una humilde familia que se ganaba la vida en un modesto comercio de joyería, y acabaron con sus vidas de una manera atroz.

No me sorprende que el pueblo esté soliviantado. Lo políticamente correcto sería escribir que los asesinos pertenecen a una comunidad marginada, que el más joven --el que ha reconocido que degolló con su machete al pobre joyero, ensartando después a su hijo--, sólo tiene veinte años. Habrá quien busque causas y concausas en el mundo de la droga para explicar tan anómalo comportamiento. Es, ya digo, lo políticamente correcto.

Pero los hechos son tenaces y las teorías no devolverán la vida al señor José Luis Royo , a su mujer Rosa María Alonso , y a su hijo Carlos , quien, por cierto, sólo tenía veinticuatro años. Me parece esencial recordar el nombre de las víctimas, porque la tendencia de nuestra élite social es a mirar hacia otra parte cuando pasan cosas como éstas.

Uno de los atracadores ya había matado antes a otra persona. Si Fernando Sánchez Medina , el mayor de los dos atracadores que entraron machete en mano a la joyería, no hubiera salido de la cárcel --tras cumplir sólo doce años de prisión por homicidio doloso--, hoy la familia Royo viviría. Casos como éste nos deberían hacer pensar. Pensar y revisar algunas de nuestras roussonianas ideas acerca de la bondad natural del ser humano. El mal existe, pero la culpa no siempre es de la sociedad.

*Periodista