Dramaturgo

Andaba la policía madrileña cacheando a Natalia Dicenta y Ana Belén, y por los barrios de Madrid campaban a sus anchas los asesinos matando a diestro y siniestro porque nadie les vigilaba. Cuando a uno le entran las veleidades totalitarias, tiene que saber con qué fuerzas cuenta, no vaya a ser que se ponga a cachear a sospechosos actores y actrices que pueden mostrar peligrosas pegatinas anti guerra de Irak y se quede sin guardias para perseguir asesinos.

Juan Margallo también fue identificado, lo mismo que Juan Luis Galiardo y Juan Echanove, que yo sepa, salvo que me oculten cosas, estos tres actores jamás han puesto una bomba o han señalado a catedrático alguno o policía nacional como objetivo para comandos de ETA como el de Madrid. Lo que pasa es que es más fácil identificar a Echanove o Galiardo, aparte de que los conoce todo el mundo, que identificar a los criminales que te ponen un coche bomba en medio de la calle Preciados. Cuando a uno le entran las veleidades totalitarias debe saber diferenciar entre el peligro que encierra una pegatina y el que puede traer un coche bomba, más que nada porque mandas a los guardias a quitar pegatinas y se te llena el centro de Madrid de coches bombas. Cuando alguien es asaltado por veleidades totalitarias corre el peligro de convertirse en un esperpento, si no tiene medios, y acabar siendo el hazmerreír de la gente.

Hasta la fecha, pedir que no haya una guerra era una causa noble, digna de encomio y de ser enseñada en las escuelas, pero visto lo visto, el pedir que no haya guerra se está convirtiendo en un acto tan peligroso que sólo se puede controlar cacheando a Pilar Bardem o manipulando TVE.