Nueve millones de entradas menos, 39 salas cerradas, 156 pantallas desaparecidas. Las cifras del Ministerio de Cultura son una radiografía del retroceso sufrido por el cine en nuestro país en el 2008, en que se ha agravado el declive de años anteriores. La crisis no es únicamente española, pero aquí es particularmente aguda. Y hay quien la vincula, con razón, a la piratería y las bajadas ilegales de películas en internet. Por algo España es, detrás de China, el país en donde más se piratea, donde más se violan, en definitiva, los derechos de autor de directores, guionistas y actores. Una práctica delictiva que pone en peligro la continuidad de una industria que, tanto en España como en Europa, no es muy boyante. Más allá de implantar el demonizado canon digital --que es una forma de admitir que las copias fraudulentas de música o imágenes resultan imposibles de evitar-- o de desmantelar alguna red de distribución, las autoridades deberían hacer más para combatir el delito y ayudar al cine. En Francia, por ejemplo, no solo se protege al cine nacional, sino al cine en general. Al revés que en España, aumenta el número de espectadores. Los estrenos son los miércoles y ese día la televisión francesa en abierto programa series, no películas. Además, su Parlamento está a punto de aprobar una ley que permitirá desconectar de internet a quien, de forma persistente, descargue películas o música ilegalmente.