El mundo entero vive inmerso en una crisis de confianza sin precedentes fruto de la codicia, el engaño y la mentira. Asistimos atónitos a rescates financieros multimillonarios, a ayudas a bancos que hasta no hace mucho presumían de sus cuentas de resultados, a entidades a las que solo les falta cobrar a sus clientes por entregar, en una ventanilla, el dinero fruto de su trabajo, y todo para que acaben jugando con él a las casitas o construyendo pirámides que se desmoronan en cuanto surge la desconfianza. "El Estado acude", dicen los políticos en todos los idiomas que se hablan en este mundo globalizado y cada vez más deshumanizado, cuando deberían decir "los ciudadanos rescatan". Mientras determinados organismos internacionales se dedican, más que a prevenir ciertos desastres o a aportar soluciones, a hacer de futurólogos con sus cambiantes previsiones, los políticos ayudan, con el dinero de nuestros impuestos, a quienes rentabilizaban el que nos quedaba después de cumplir con nuestras obligaciones tributarias. Hombres sin escrúpulos que se han llenado los bolsillos con grandes estafas que se sostenían gracias a la confianza , a la ingenuidad y, por qué no decirlo, al no pregunto, no me interesa de muchos ciudadanos que se han beneficiado del engaño, son ahora protagonistas principales de una debacle económica que sobrepasa a los gobiernos de todo el mundo. A esos gobiernos formados por hombres que alcanzan el poder gracias a la confianza que también depositamos en ellos.

Alberto Ríos Mosteiro **

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