Ingeniero

La crisis catalana, motivada por la entrevista de Carod Rovira con dirigentes de ETA, no es precisamente lo mejor que podía haberle pasado a Zapatero y las secuelas de lo ocurrido pueden ser importantes. Pero harían muy mal los populares en ahondar la herida y contemplar con soterrada alegría lo ocurrido en el campo socialista.

Porque la crisis abierta en Cataluña nos afecta a todos, y Carod Rovira envuelto en la señera catalana o en la bandera de los Paissos Catalans, plebiscitando sus propuestas soberanistas e independentistas sopretexto de su candidatura al Congreso, puede acabar siendo mucho más peligroso que Ibarrexte con su famoso plan. Si en Barcelona cierran filas y a Carod Rovira se le permite decir cuanto le dé en gana, jugando a la esquizofrenia de que una cosa es Ezquerra Republicana y otra muy distinta los acuerdos del tripartito, Maragall lo tiene feo y desde luego a Zapatero le perjudica notablemente esta cuestión en sus perspectivas electorales.

Si el PSC y Maragall, se plantean a fondo una cuestión tan seria como la estructuración de España y la convivencia entre los españoles, más allá de los excesos de celo del señor Montilla al recordarnos la obviedad, con alguna intención lo haría, de que Cataluña se gobierna desde la Generalidad, y asume la defensa de la unidad en la variedad, tanta variedad como el diccionario y el sentido común admitan para que España siga siendo España, si asume esta cuestión, tiene que fijar nítidamente la altura del listón que Carod Rovira no puede sobrepasar.

Es decir Pascual Maragall tiene que estar dispuesto a hacer saltar el tripartito por los aires y dimitir si las cuestiones llegan a mayores, probablemente si esto lo hace con inteligencia, decisión y firmeza, el tripartito durará más de lo previsto, en caso contrario Maragall acabará siendo su prisionero y a la larga su situación se hará insostenible.

Este gesto debe hacerlo ya, para que la familia socialista, entre ellos muchos socialistas catalanes, respiren tranquilos.

Porque el silencio en estas cuestiones le hace a uno cómplice y ya se sabe que quien calla otorga. Así que antes que Carod desbarre, pónganse de acuerdo en lo que puede decir y lo que no puede decir, dada su condición de socio del gobierno catalán.

Si se culminase con éxito esta labor de moderación de un nacionalismo radical como el de Ezquerra, por parte de los socialistas, estos muy legítimamente podrían presentar ante la sociedad su notable capacidad de interlocución, para que los nacionalismos radicales se olviden de lo traumático aceptando lo posible, y no como mal menor, sino como marco óptimo de convivencia, quedando por otro lado clara su defensa de la España plural.

Al hilo de lo ocurrido en todo este desgraciado asunto es difícil pasar por alto la tremenda deslealtad de Carod Rovira, deslealtad a todos no solo a Maragall, máxime si se confirmaran algunos términos del pretendido acuerdo, las últimas intenciones se verán en el tipo de campaña que Carod Rovira y Ezquerra Republicana desarrollen. Si se deslizan hacia un rupturismo similar al del PNV, difícilmente el tripartito podrá sostenerse y si lo hace el estrago electoral en las filas socialistas será muy grande.

Tanto PSOE como el Partido Popular no deben olvidar que tienen la obligación de vertebrar España y que por responsabilidad hay autocensuras obligadas, no siendo de recibo la utilización partidista de determinados sucesos por muy rentables que se supongan electoralmente.

Los principios han de estar por encima del poder, porque cuando el poder se pone por encima de los principios, las hieles de la discordia nos sumen en la amargura de las tinieblas.