Abogada

Dos destacados terroristas Makario y Arrieta se sientan en un banquillo; al otro lado del cristal blindado sus familiares --adeptos a la causa-- proclaman libertad para los militantes políticos en plena democracia. Muy cerca de ellos, las viudas de sus víctimas; solas, tratan de sostener sus miradas, a pesar del daño causado y del lastre del sufrimiento. Se revuelven contra ellos. Llevan años pidiendo el procesamiento: la hora "H" del día "D". Son las víctimas, apestadas en su tiempo por "inoportunidad" en plena transición política; siguen siendo víctimas, porque la barbarie terrorista continúa. ¿Por qué nadie las acompaña?, ¿por qué tienen la sensación de que los asesinatos de sus maridos son solo sus causas?

No hay duda de la ralentización de la sociedad en esta especie de "pelea" social frente a los que se muestran intolerantes, frente a los que tratan de imponer sus ideas y sus planteamientos por encima de todo.

¿Tanto cuesta hablar, dialogar, frenar tanto despropósito? En un reciente libro se ha tratado de expresar una especie de homenaje a esos familiares que durante tanto tiempo han sido los directamente perjudicados en la batalla terrorista. Hay tanto que aprender, tanto que sentenciar en torno a todas estas gentes, anónimas --en la mayoría de los casos-- que hoy todavía continúan pleiteando con su status de víctimas terroristas. Ayer me comentaba un guardia civil retirado, que vivió en carne propia el atentado y la muerte de su hermano, sorprendidos en una emboscada de ETA a finales de los setenta, que aún está tratando de convencer a la administración pública que sufrió aquel atentado, a pesar de estar vivo.