En un informativo regional pude escuchar hace unos días a los dos líderes extremeños de los partidos mayoritarios diciendo que eran católicos practicantes. Ambos, curiosamente, son hermanos de carga en la Semana Santa. Por otro lado en los distintos municipios se están presentando las listas para las elecciones municipales y autonómicas que se avecinan. En ellas no faltan personas que se confiesan cristianas. Una y otra cosa han motivado este artículo que desde hace tiempo venía rumiando .

A mucha gente hoy la palabra política le suena mal. En muchos ambientes incluso está de moda decir que pasamos de política, o que no hay político bueno . Pero hay que decir con toda claridad que la política en sí es una realidad muy significativa y necesaria aunque muchas veces esté desprestigiada. Desde una perspectiva realmente humana y cristiana, la finalidad principal de la acción política es la consecución del bien común. Por ello el cristiano que quiera vivir consecuentemente la fe y la caridad se ha de interesar por el hecho político. Es más, todas las realidades de la vida diaria tienen una dimensión política.

Es verdad que no todos los cristianos se sentirán llamados a una dedicación política profesional, pero sí que todos debemos adquirir una mayor conciencia política y una mayor inquietud por los problemas ciudadanos. Ya en 1986 los obispos españoles en su instrucción pastoral Los católicos en la vida pública destacaban la "nobleza y dignidad moral del compromiso social y político y las grandes posibilidades que ofrece para crecer en la fe y en la caridad, en la esperanza y en la fortaleza, en el desprendimiento y en la generosidad" (C.V.P., 63). "Se trata del amor eficaz a las personas, que se actualiza en la prosecución del bien común de la sociedad" (C.V.P. 60,b).

XES VERDADx que la fe cristiana no nos ofrece soluciones políticas de tipo técnico, pero nos pide estar presentes en la vida pública porque en ella encontramos al hombre concreto con todos sus problemas, del que nos habla san Mateo en el capítulo 25 de su evangelio ("Tuve hambre y me diste de comer-"). Nada de lo que es humano puede ser ajeno al cristiano. Allí donde se juega la dignidad del hombre, allí debe estar él, y no cabe duda de que en las asambleas legislativas y en los ayuntamientos se toman decisiones que afectan poderosamente a la vida, la dignidad, la libertad, la justicia y la paz.

Los laicos cristianos tienen obligación de poner sus talentos al servicio de la sociedad. Han de comprometerse activamente en la construcción de un mundo mejor. Esta es tu tarea específica y el ejercicio de la política es una de las posibles facetas de su vocación laical. Y si estos laicos se sienten llamados por Dios a ello y se preparan adecuadamente no deberían dejar de tomar parte en las tareas de los partidos e instituciones político-administrativas a fin de conseguir una eficiente organización económica, social y administrativa de la sociedad que esté al servicio de todos los ciudadanos, especialmente de los más necesitados.

Un laico que participa en política debe ejercer como tal cristiano. Puede aportar una postura humanizadora, cuando el partido o la institución caiga en el burocratismo; una postura de honrado servicio al bien común, cuando otros busquen tan sólo sus intereses particulares; una postura crítica transformadora, cuando se olvide las necesidades reales del pueblo y un postura de sana utopía, ya que los valores del Reino de Dios deben ser siempre su horizonte de actuación.

Ojalá la presencia de personas honestas, sinceras y serviciales, sean o no cristianas, contribuyan a ennoblecer y prestigiar cada vez más la figura del político entre nosotros.

*Sacerdote y sociólogo