Escritor

De su ausencia, debería precisar. Pero vayamos por partes. Hace unos días se celebraba en Cáceres, con motivo del segundo aniversario de la edición española de la revista mexicana Letras libres, una de las más prestigiosas de nuestro panorama cultural, la mesa redonda "Letras en libertad: literatura y edición en Extremadura", de la que ha dado cuenta este periódico en su suplemento de libros (alabado varias veces esa noche por varios participantes en el debate), el único de la prensa extremeña.

Liborio Barrera dio cuenta en su crónica de que "una parte de la cuadrilla de obreros literarios extremeños", esto es, los convocados en la mesa, "echaron de menos la existencia de la misma crítica (literaria) en la región". No hace falta decir que haberla hayla. De hecho se citaron los nombres de Manuel Simón Viola, Enrique García Fuentes y Luis Sáez y se podrían añadir los de Miguel Angel Lama y Gonzalo Hidalgo, por ejemplo. Con todo, no basta. Y menos para una literatura cada vez más pujante.

Hacia 1983 empezó uno a decir que para normalizar nuestra literatura hacía falta que existiera una crítica responsable en Extremadura capaz de ir separando el grano de la paja. Veinte años después, me temo que tenemos el granero lleno de lo segundo. A falta de esa crítica responsable, siguen reinando a sus anchas quienes garabatean sus apostillas echando mano de las solapas y las contracubiertas de los libros. Esto significa que campea el amiguismo y la falta de rigor y, en consecuencia, que se ha asentado entre nosotros el peligroso lema del todo vale . Sin una crítica que filtre lo que puede ser considerado válido (y criterios hay, ¡vaya si los hay!) y lo que no, porque una cosa es publicar libros y otra muy distinta editar obras literarias, cualquiera se cree en el derecho de proclamar su consagración como si tal cosa.

Son muchos los que, favorecidos por esa zafia estrategia del café para todos , ven aireadas a los cuatro vientos sus inanes obras maestras. Por llevarlo a este territorio, el de la prensa (que suple la carencia de revistas literarias con una solvente y periódica sección de reseñas), nada ha cambiado mientras se siga dedicando una página entera al enésimo bodrio de cualquier aficionado al ripio y dos líneas, si acaso, al último libro (que puede ser el primero) de una joven poeta que promete.

Esa tradicional falta de criterio hace mucho daño a la credibilidad de nuestra literatura. Con un añadido, le afecta no sólo a ella sino también a todas y cada una de las manifestaciones culturales y artísticas de esta tierra. Por desgracia, estamos acostumbrados a que se confunda a diario el rábano con las hojas.

A falta de críticos independientes y de periodistas culturales preparados (por suerte, hay excepciones), capaces de discernir entre joyas y gangas, buena parte de la auténtica crítica de libros de escritores extremeños se seguirá haciendo fuera de aquí. Por eso, para poder sacar conclusiones acerca del "quién es quién" de la literatura en Extremadura seguirá siendo necesario acudir a esa lectura exógena. Mal que le pese a algunos, muy conocidos en su casa a la hora de comer.

Si hubiera criterio y, antes incluso, sentido común, no se estaría dando pábulo, pongo por caso, a ciertos experimentos literarios con gaseosa, tan pésimos como intrascendentes, más propios del pasado que del presente, de la vieja Vetusta que del nuevo Badajoz.

Dicen que la ignorancia es atrevida y esta frase hecha, con permiso de Ferlosio, sigue siendo moneda corriente en la literatura escrita en Extremadura o por extremeños.