Hemos leído en muchas ocasiones que la gran epidemia del siglo XXI va a ser la obesidad. Cada vez más se ven personas en las que el sobrepeso no sólo es muy evidente, sino que significa un problema médico de primer orden. Sin embargo, todos los mensajes a los que nos exponemos inciden en una alimentación mala o excesiva. Yo empiezo a tener tripita y muchas veces me pregunto cómo he llegado a esta situación deplorable. No dejo de ver cómo en las redes sociales se hace alarde de sobreingesta de alimentos, publicando fotos de platos enormes, desmesurados y comensales con la boca abierta a punto de meterse entre pecho y espalda lo que no está en los escritos bíblicos.

Un ejemplo de estas crónicas de la desproporción alimentaria es el concurso de perritos calientes de Nathan's en EEUU y que se celebra el día 4 de julio, coincidiendo con la independencia del país. Este año el salvaje que ha ganado es Joey Chestnut quien a sus 32 primaveras ha sido capaz de ingerir 70 perritos calientes en diez minutos. Con ésta acumula nueve victorias en el concurso, que es seguido por miles de personas desde 1972. También hay un concurso similar para mujeres. No cuentan las crónicas lo que les sucede a estas personas después de semejantes atracones, pero pongo la mano en el fuego porque la indigestión tiene que ser de aúpa. Al tener que comer rápido los alimentos no se mastican correctamente y el estómago tiene que emplearse a fondo para digerir tal cantidad de comida. Estos días de descanso y playa también lo son de excesos gastronómicos. Además, en estos momentos de crisis económica hacer alarde de ingesta excesiva de alimentos no solo es de mala educación, sino insultante para el resto de seres humanos. Hay una especie de vanidad instalada entre nosotros que nos impele a hacer ostentación de todo lo que comemos, de que comemos más que los demás, o en lugares más selectos, pero no de que comemos bien. ¡Qué error! Refrán: Come poco y cena temprano si quieres llegar a anciano.