El colegio público General Navarro de Badajoz ha retirado los crucifijos de las aulas. La decisión la tomó la dirección del centro después de que se lo pidiera la Asociación de Padres, al entender que debería representar a los alumnos que profesan una religión distinta a la católica o ninguna religión.

Tanto la directora del colegio como el presidente de la Ampa han coincidido en que el asunto no merece darle importancia. Y llevan razón: no tiene importancia. Y menos en un Estado que, constitucionalmente, es aconfesional.De hecho, en la mayoría de los centros no hay símbolos católicos.

Sin embargo, hay sectores empeñados en que tenga importancia, que hacen poco menos que ´casus belli´ asuntos como éste. Por esta razón están fuera de lugar las apreciaciones del secretario del PP, César Díez Solís, al afirmar que el retirar los símbolos religiosos en este centro educativo es "un eslabón más en la larga cadena de faltas de respeto y recortes a la libertad". Es tan absurdo el argumento, que solo dejaría de serlo en la situación absurda de que el crucifijo presidiera no solo los colegios, sino los bares, los teatros, los campos de fútbol... todos los rincones de todas las casas que, ya puestos y como espacios para acoger al Crucificado, son tan dignos como el de un aula.