TSteptiembre está a la vuelta de la esquina y ese hecho comienza a ser irremediable para millones de españoles en el momento en el que se acaban las fiestas de agosto y toda familia con hijos cateados hace las maletas para que los estudiantes se preparen para los inminentes exámenes. Y, como ellos, los políticos empiezan a pensar, como cualquier hijo de vecino, qué será de ellos y de este país dentro de esa fecha que está ahí, dentro de dos semanas, cuando de verdad comienza el curso laboral.

Zapatero , ya de campaña electoral, va a terminar agosto en la comarca asturiana de los Oscos, boscosa, remota y sin embargo cercana a su León natal, repentinamente convertido en un ciudadano de a pie. Residirá en una casa rural rodeada de eucaliptos, a millones de años luz de su veraneo del año anterior, aquel tan criticado por alojarse en una casa del Patrimonio del Estado en Lanzarote en la que se invirtieron muchos millones para ser acondicionada a su gusto. Pero hace un año las generales estaban lejos. El cambio de paisaje tiene, sin duda, un trasfondo electoral y, a su más puro estilo, el presidente del Gobierno nos sorprenderá a partir de septiembre con cambios similares igual de radicales en cualquier aspecto político que se tercie con tal de ganar puntos en las encuestas. Tal y como va, no sería de extrañar que terminara dando mítines envuelto en la bandera nacional.

Rajoy , que apura agosto en su Galicia natal, nunca ha sido comparado con una caja de sorpresas, pero partir de septiembre tendrá que empezar a sacar conejos de la chistera si no quiere verse sobrepasado ampliamente por Zapatero. ¿Hará un congreso? ¿Fichará a nuevas o viejas caras de primera categoría? Son muchas preguntas para ser respondidas de golpe por un gallego, pero hay veces que incluso un gallego está obligado a comportarse con contundencia. Con el Gobierno dedicado a detener etarras, el PP ha perdido su baza principal para hacer oposición. La economía, que avisa que va a entrar en crisis, no constituye aún motivo de grave preocupación entre el electorado. Y, así las cosas, los exámenes políticos de septiembre aguardan a Zapatero y Rajoy con el primero mejor preparado para contestar a cualquier tema que se le plantee, aunque sea con ayuda de alguna que otra chuleta, mientras se duda de la capacidad del segundo para hacer el brillante examen necesario para pasar de curso.