XAxlgo importante está cambiando en España. ¿Los gobiernos, los partidos políticos, los gustos de su gente? Pues sí, aunque no me refiero a ese tipo de cambios coyunturales. No. Quiero escribir sobre algo mucho más trascendente, un excepcional hecho que nos condicionará durante las próximas décadas, un inesperado fenómeno que se nos ha presentado sin llamar a la puerta: el vertiginoso crecimiento de población que estamos experimentando, muy superior al que cualquier demógrafo o político hubiera imaginado unos años atrás.

Vayamos por partes. Tras el baby boom de los 60 y 70, nuestra natalidad cayó bruscamente. Tanto, que en 1998 fue la menor del mundo entero. Aunque la inmigración ya comenzaba a ser importante, la inmensa mayoría de las fuentes demográficas afirmaban que la población española nunca llegaría a los 40 millones. Y nos lo creímos. Pues bien, la realidad ha triturado esas predicciones. Hoy ya somos 43 millones, y seguimos creciendo con rapidez. ¿Las causas? Un importante flujo inmigratorio, unido a un repunte de la tasa de natalidad. Ya somos 43, y pronto llegaremos, de continuar así, a los 45. Pensar que alcanzaremos los 50 en un plazo no muy lejano comienza a verse con naturalidad.

Y claro. Este incremento de población tiene consecuencias. No me referiré a las derivadas de la dificultad de convivencia e integración, tan del gusto de muchos apocalípticos. Tampoco del cacareado choque de culturas. Tranquilos, nuestra civilización no sucumbirá por el crecimiento de población.

Querría centrarme en sus repercusiones económicas. Se ha escrito mucho del indispensable papel que jugará la inmigración para equilibrar nuestro mercado laboral. Los necesitamos. Sin inmigración no podríamos mantener el ritmo de crecimiento económico que deseamos. Nuestra población envejecería y muchos puestos de trabajo no serían cubiertos por nativos. Además, nuestro modelo económico está basado en construcción y servicios, sobre todo turísticos, dos sectores con alta necesidad de mano de obra. La inmigración podrá gustar más o menos a algunos, pero nuestra situación no tiene vuelta de hoja. Si queremos seguir creciendo económicamente necesitaremos inmigrantes. ¿Cuántos? Pues eso no se puede saber. Dependerá de nosotros mismos y del modelo de desarrollo económico que deseemos mantener. Si queremos que el crecimiento del PIB ronde un 3% anual, nuestra tasa de inmigrantes crecerá hasta el 10%, una cifra similar a la de otros países europeos de nuestro entorno. Si este crecimiento se acelerara, o se prolongara en el tiempo, esa tasa de inmigración crecería más.

En el mundo podemos poner ejemplos de todo tipo. Siempre pensamos que sólo los países desarrollados de Occidente soportan una presión inmigratoria. Eso no es cierto. La idea de que existe un complot cósmico para desembarcar en Occidente no es correcta. Libia tiene un 50% de población inmigrante. Los Emiratos Arabes Unidos, el 85%. No conozco ningún país con porcentajes tan elevados.

¿Dónde nos quedaremos nosotros? Nadie lo puede saber. Dependerá de nuestro modelo de crecimiento. Si, debido a una crisis económica, dejáramos de crecer económicamente, el ritmo de crecimiento de la inmigración se ralentizaría. Y si retrocediéramos, muchos inmigrantes se marcharían a otros lugares con mayores posibilidades.

Crecimiento económico va unido a inmigración. Si queremos crecer, precisamos de inmigrantes. Si no queremos inmigrantes, dejemos de crecer. No se puede querer teta y sopa al mismo tiempo. Es imposible exigir bienestar y no estar dispuesto a compartir ciudad, hospital y colegio con los que necesariamente tienen que venir para trabajar. No se puede pedir desarrollo económico, y al mismo tiempo afirmar que somos demasiados. Decidamos.

A día de hoy, no parece que ningún político sea capaz de plantear el detener el crecimiento económico. Ni se prohibirá construir ni se congelará la inversión ni querremos dejar de cuidar a nuestros mayores. Tampoco creo que la teoría del no crecimiento económico cale en nuestros ciudadanos, que seguirán deseando más calidad de vida. Y todo ello significará más inmigrantes. El Instituto Nacional de Estadística ya ha anunciado que tendrá que revisar al alza las cifras de población en España. Este crecimiento tendrá como consecuencia estadística un mayor PIB. Es decir, que somos una sociedad más rica de lo que todavía dicen los papeles.

Esta mayor población explica algunos de los fenómenos que estamos experimentando. Por ejemplo el inusitado ritmo de los precios de la vivienda. A las necesidades de hogar de las generaciones del baby boom se han unido el fenómeno de la doble vivienda, los residentes europeos y las demandas de los tres millones de inmigrantes. Algunos de ellos volverán a sus países de origen, pero otros muchos se quedarán entre nosotros y sus hijos serán unos españoles más. Algunos prosperarán y llegarán a soñar con su vivienda de fin de semana o vacaciones. ¿Cómo no va a subir la demanda de viviendas?

Leemos con frecuencia la perplejidad que causa entre sesudos economistas la persistencia del consumo en nuestra economía. Como éramos más de los que nos decían, el ritmo de consumo per cápita se incrementaba. Que nadie tenga ninguna duda. Parte de nuestro crecimiento económico de los últimos años se lo debemos a ese efecto población, que se va a mantener en los próximos años.

Pero no todo es de color de rosa. Otros problemas, amén del cultural, se agudizarán con el previsible incremento de población. Contaminación, presión urbanística, necesidades de servicios sociales, mayor complejidad de gestión pública y privada... Preparémonos. H

*Exministro de Trabajo y escritor