La elección de Raúl Castro para ocupar la presidencia del Consejo de Estado, cargo equivalente al de presidente de la República, consagra la continuidad de los veteranos de la revolución cubana y matiza el alcance de la jubilación de Fidel Castro. Porque el hecho es que ninguno de los jóvenes que parecía llamado a ascender en la ´nomenklatura´ ha encontrado un hueco en la gerontocracia encargada de guardar las esencias del ideario comunista.

Aun así, deducir de los nombramientos hechos por el Parlamento que la ortodoxia ideológica se traducirá en un inmovilismo absoluto es harto arriesgado. Raúl Castro y una parte importante de los dirigentes que rondan la cuarentena tienen puesta la mirada en el ejemplo chino --un país, dos sistemas--, que incluye la coexistencia del partido único, la economía capitalista, el control ideológico y la globalización de las inversiones. Una alternativa posible para atenuar algunas de las consecuencias más visibles de la crisis económica y el boicot de EEUU.

Se da la circunstancia de que ninguno de los candidatos que aspiran a suceder a Bush abriga planes muy diferentes a los de los últimos 10 presidentes, pero algunos medios liberales insisten en que hay que corregir el error cometido al mantener a toda costa el bloqueo y dejar el mercado cubano a disposición de las inversiones de España, China, Canadá, Francia y otros países. Un análisis de la ecuación caribeña que, en la misma medida en que puede suavizar los efectos de la obstinación norteamericana de tratar al castrismo como a una plaga, puede hacer viable la reforma de la economía cubana, que no del régimen.