Como técnico encargado de realizar para el juzgado un informe pericial sobre las obras de la Facultad de Biblioteconomía, en su momento no entré en valoraciones arquitectónicas sobre el edificio. Exclusivamente me limité al estudio de la legalidad que las citadas obras vulneraban claramente, como así ha dejado constancia de ello el Tribunal Supremo, esto es, la Ley de Patrimonio de Extremadura y las normas urbanísticas del Plan General Municipal entonces vigente. Ahora, como arquitecto, deseo hacer algunas consideraciones que puedan contribuir a aclarar la situación planteada, comenzando con otro debate acaecido en Badajoz hace algunas décadas.

En 1932 se realizó un proyecto de Plan de Ensanche y Reforma Interior de la ciudad, y un arquitecto de la vanguardia internacional, F. García Mercadal , con otro de provincia, F. Vaca Morales , plantearon la demolición de la catedral y de toda la fortificación abaluartada. Las insalubres condiciones de higiene del casco histórico badajocense eran muy distintas a las actuales, mas como buenos arquitectos racionalistas no dudaron en diseccionar gran parte del tejido urbano para solucionar tal problema. ¡Eran arquitectos de vanguardia!, y la vanguardia de la época era el Movimiento Moderno, que nos ha legado el modelo de arquitectura y urbanismo actual. Los conservacionistas de aquella época se pusieron en contra de tal propuesta urbanística, y el patrimonio religioso y abaluartado fue salvado en aquella ocasión.

En la actualidad, no cabe la menor duda que a ningún arquitecto pensante modernito de hoy se le pase por la cabeza el derribo de la catedral y la muralla abaluartada. ¿Qué forma de pensar es la vanguardista o la conservacionista? Lo que hace décadas estaba considerado vanguardia hoy es conservadurismo y viceversa.

XPROTEGER ELx Patrimonio es de conservacionistas y lo moderno es hacer cubos de cristal y hormigón en entornos históricos, cuando esto último ya se hacía hace más de un siglo y, cuando lo actualmente considerado contemporáneo es la defensa de ese patrimonio cultural, que no es exclusivamente nuestro sino que legítimamente tenemos el deber de conservarlo para generaciones venideras. ¿No será que el modelo de la arquitectura del vidrio y del hormigón está ya agotado porque no satisface las necesidades actuales y futuras de la sociedad, unas necesidades más basadas en un modelo de sostenibilidad, humanismo, eficiencia energética, adecuación al entorno y al clima, a nuestras raíces culturales y necesitado de una menor dependencia tecnológica?

¿No será que la soberbia y la vanidad de la arquitectura, hoy de moda, deberían ser sustituidas por la ética de la ecología? Aún así, no hay verdades absolutas de expertos arquitectos de provincia cuando se habla de arquitectura, ya que hasta los grandes maestros (como lo fue, sin duda, García Mercadal ) acertaron en mucho pero también se equivocaron. Ni siquiera estas consideraciones pretenden ser una verdad, sino la humilde opinión de otro arquitecto de provincia.

Será el tiempo, juez ineludible, quien valore si estas obras tan consideradas hoy, resisten o no el entorno en donde se ubican: una alcazaba con tanto valor intrínseco y presencia física en la que se ha intervenido muchas veces a lo largo de la historia, unas con acierto y otras con errores. Porque necesario es intervenir en los cascos históricos, pero con mucha sensibilidad, conocimiento y modestia, sin imitar modernidades al uso y a la moda, porque la moda es lo que pasa de moda, ya lo dijo no sé quién.

En el asunto del cubo todos perdemos algo. Mas ojalá sirva de ejemplo y lección a las Administraciones municipal y autonómica, prepotentes y autistas, para que se dignen valorar aquellas opiniones discrepantes, y para que, sobre todo, cumplan en sus acciones con la legalidad vigente.

La sentencia del Tribunal Supremo y sus posibles consecuencias así lo exigen, creando un valioso precedente.

*Autor para el juzgado de un informepericial sobre las obras de Biblioteconomía.