El mundo tertuliano aznarí no deja de atizar la hoguera que le ha montado a la farándula del cine español por rechazar la guerra de Irak en la gala de los Goya. Y no hay razón que les pare, aunque en anteriores galas, por ejemplo, se denostara el terrorismo etarra, lo que entonces satisfizo a quienes ahora se declaran ofendidos.

En Casa Antonio Jiménez (RNE), Encarnación Valenzuela deploró que se hubiera invitado a actores y actrices a asistir al pleno de ayer en el Congreso: "Me parece una chirigota". Carlos Dávila la secundó: "Los nombres del cine que salen siempre son los mismos; son los que en 1981 acompañaron a Felipe González y a Javier Solana, que luego fue el secretario general de la OTAN que ordenó bombardear Kosovo, y ahora vuelven de la mano de los socialistas que apoyaron la guerra del Golfo; patético". Herman Terstch objetó: "La intervención en Kosovo fue humanitaria; estaba justificada". Dávila no lo dudaba. Y entrevistaron a Rodolfo Montero, productor del documental El efecto iguazú, premiado con un Goya, que denostó la gala. Antonio Pérez Henares asumió su tesis: distinguió entre "la libertad de expresión de los premiados y el mitin que montó la Academia; me gustaría que protestaran contra la guerra terrorista de ETA. ¿Por qué no he visto ninguna pegatina contra ETA en el Festival de Cine de San Sebastián?" Dávila aplaudió. Y Terstch: "Que Arzak ponga un cartel (contra ETA) delante del restaurante". Montero, con todo, recordó que en los Goya ya se había condenado a ETA. Daba igual: para Terscht, el no a la guerra de los Goya fue "patético".