El Tribunal de Cuentas en un informe reciente ha estimado el coste de la reestructuración de las antiguas cajas quebradas, en más de sesenta mil millones de euros. Cifrando en más de ciento veinte y dos mil millones el montante total que habrán de asumir las estructuras del Estado. Y esta cifra, pudiera ser más, teniendo en cuenta que algunas están sometidas a la gestión pública. Poniendo un cierto acento en el coste de honorarios y servicios a terceros en esta magna operación económica. Significando entidades como Bankia, Catalunya Banc, entre otras.

Y todo ello, en el momento en el que nuestro país estuvo inmerso en la cultura de la especulación, los pelotazos urbanísticos y las vergonzosas políticas hipotecarias y de corrupción. Toda una especie de panegírico de lo que no se debe hacer, por antiético y antiestético. Configurándose en un escenario de falta de ética y de buena praxis, bajo impúdicas supervisiones por parte de autoridades monetarias y gubernativas.

Estos datos reflejan la radiografía de una sociedad tan especulativa, que versaba más en procederes corruptos, que en la capacidad de actuar para el bien común de la sociedad. Y esto venía aderezado por esa cultura del pelotazo, del tráfico de influencia, de la corrupción pública y privada. Insigne ejemplo ahora de la familia Puyol, una trama de años, amañada bajo la mirada esquiva de muchos, y el silencio de los que deberían haber actuado, bajo el estigma de la honorabilidad de un personaje con peso en la política de nuestro país. Este tipo de comportamientos describe, aún, a una sociedad acomplejada por el poder, e intimidad por la capacidad de coacción de personajes, sin ética y con total falta de respeto hacia los ciudadanos.

Es la cultura de lo individual la que fragua y está fraguando estas práctica, esta sociedad tan individualizada, que se abstrae de lo colectivo, porque se ensimisma en lo personal. Es lo que definía el recientemente fallecido, sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, en ese pensamiento explicativo de una sociedad que va perdiendo su identidad, y, especialmente, la europea, cuando sostenía que : «ha sido una catástrofe arrastrar la clase media al precariado. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad».

Es la tiranía del individualismo, frente a la historia común. Es lo personal, frente a lo colectivo, los intereses más cercanos, frente a la generosidad del entorno más global. A algo de esto suena cuando en los medios de comunicación observamos los tiras y aflojas con los tintes nacionalistas en territorios de espacios nacionales.

Hay demasiados YO, en personas que deben liderar nuevos tiempos, llenos de desafíos porque el futuro ya no es predecible. Y se necesita mayor compromiso, y mayor arrojo para afrontar ese futuro, que no debiera de ser el de sálvese quien pueda. Porque sobre la ingesta de la corrupción, tan amañada en tantos y tantos países, ha tenido y tiene mucho que ver con la escasa capacidad de honestidad y compromiso con la sociedad en la que vivimos. Es el civismo que poco practicamos, y el hecho de habernos vuelto sumamente conservadores para no perder privilegios, estatus, o sillones de poder; en definitiva, escenarios de confortabilidad.

Esta sociedad como decía Bauman empieza a predicar lo contrario de lo que ella misma es, esto es, la esencia de la convivencia. Efectivamente hemos marcado importantes hitos tecnológicos, pero con grandes precariedades ideológicas y de pensamiento. O si no, ¿cómo se explica esa especie de miedo en el que nos hemos instalado?, que sirve de apoyatura explicativa de los últimos referéndums llevados a cabo a lo largo de distintos países, y en elecciones presidenciales altamente significativas.

Quizás, todo esto tenga mucho que ver con la inanición en la que se han instalado sociedades más democratizadas que ven en el abismo de los conflictos a los que nos enfrentamos, la cobardía del no saber cómo hacer y cómo actuar. O, quizás, todo tenga que ver con la valentía que tengamos en reconocernos valerosos con los más débiles, y famélicos con todo aquel que muestra el poderío de dinero, que según dice, aún puede comprarlo todo.

* Abogada.