TEtl presidente de la CEOE, José María Cuevas , parece haber llegado a ese punto en que a uno le cuesta disimular: imbuido de la idea, lamentablemente cierta, de que el poder político es insignificante en relación al poder económico, o, lo que es lo mismo, que en el capitalismo el voto de los ciudadanos cuenta menos que los designios de los miembros de los consejos de administración, ha querido poner en su sitio al Gobierno de la nación advirtiéndole de que ellos, los empresarios de la CEOE, los magnates, los dueños de todo, lo son también de la ley, y que, en consecuencia, ésta ha de velar por sus intereses dinerarios y no por ninguna otra cosa. O eso es, al menos, lo que se desprende de sus acusaciones de intervencionismo al Gobierno cuando éste ha sacado adelante, obedeciendo a los principios elementales de la democracia y la justicia social, la Ley de Igualdad que obligará a los patrones a remunerar el trabajo de la mujer igual que el del hombre, y no un treinta y hasta un cuarenta por ciento menos como hasta ahora.

Al señor Cuevas le ha costado disimular la sumisión a la ley que rige para todos, de modo que se ha colocado abiertamente frente a ella al decir, tan desinhibido como sobrado, que los empresarios no aceptarán imposiciones, pues se rigen por la libertad de empresa. Los ricos de Cuevas tienen, ciertamente, mucho apego a su libertad de ganar muchísimo dinero no importa si conculcando el principio básico de la democracia que es la igualdad o ciscándose en las justas conquistas que los trabajadores lograron con tanto esfuerzos para no ser esclavos, pero cabría recordarle que por muy ricos, libres y poderosos que sean, se hallan sujetos a la obediencia de las leyes como todo el mundo, a menos que quieran situarse absolutamente, sin disimulo alguno y con las consecuencias penales que para ese caso se prevén, en los márgenes de la legalidad. Pero el señor Cuevas, que también considera un disparate la búsqueda de la paz que en el País Vasco ansían particularmente, por cierto, los empresarios vascos, se ha cansado de disimular, despreciando el hecho de que sin ese poco de disimulo (ponderación lo llama Zapatero ), a lo mejor su poder no es tanto como él y los empresarios trabucaires que le avalan se imaginan.

*Periodista