La decisión del Ministerio de Sanidad de autorizar la venta de la píldora poscoital en todas las farmacias, sin receta y sin límite de edad es bastante discutible. La medida trata de frenar el preocupante número de embarazos no deseados de chicas adolescentes, fenómeno que tiene como consecuencia inmediata el aumento de los abortos y también el nacimiento de hijos de madres menores de edad que no están preparadas para la maternidad. Tiene razón la ministra Trinidad Jiménez al afirmar que este método anticonceptivo no es abortivo, pero no la tiene cuando señala que el medicamento carece de efectos secundarios. Los tiene y pueden ser peligrosos en caso de que una menor la tome repetidamente y sin los debidos controles médicos. Una vez más estamos ante un problema, el de los embarazos no deseados, que debe combatirse con información, educación y realismo. Los jóvenes tienen ahora una educación sexual de la que no ha disfrutado ninguna generación anterior. Y, sin embargo, no se ha conseguido el uso generalizado del preservativo en relaciones esporádicas o la conciencia de que esta pastilla no es un método anticonceptivo más, sino un recurso extremo que puede dejar secuelas. El precio de las píldoras --unos 20 euros-- puede funcionar como elemento disuasorio en favor del condón, mucho más barato.