Escritor

Sobre la culpa, Castilla del Pino escribió un libro hace ya muchos años que, en portada, llevaba una manzana con un gusano dentro. La culpa era simbolizada por esta especie de los coleópteros, blandos y alargados, muy variados en la especie, más simpáticos unos que otros como es el caso de la solitaria , muy corriente después de la guerra civil, que te quedabas como alfeñique en los puros huesos y era ciertamente antipática. No es el mismo caso del gusano de seda, que se hace su propia cárcel y muere en ella para transformarse en mariposa, que ésta es la segunda parte de la culpa, el efecto mariposa.

Pero la culpa donde se aposenta es terrible, porque te acompaña hasta la tumba o hasta el crematorio. La culpa te va venciendo los hombros y sin explicártelo, lenta pero constante, se te monta sobre la espalda una joroba que te asemeja a Ricardo III, salvando las distancias. De mi generación quedamos muy pocos que hayamos podido sobreponernos a la culpa. La culpa original ya era de por sí pesada. O sea, que es cierto que así nacemos, pero no por lo que nos dicen hicieron nuestros padres originarios, sino porque por leyes misteriosas nos predestinamos para el mal. Esto donde más se nota es en el político, que repite muchos "si Dios quiere y me da salud", y es porque sabe que vive constantemente en la mentira y sobre todo en la maldad. La extracción del político hace mucho peso sobre la culpa. El caso Rodríguez Ibarra es excepcional, porque ya de niño quería ser un político sin peso sobre la conciencia. No es el caso del político que llega a la política en el ocaso de su vida cuando sabe que ha fracasado en todo, cuando su ignorancia es infinita y le proponen entrar porque dice muchos chascarrillos y es muy mentiroso y hace un arte de la mentira. Pues este arquetipo es el modelo que triunfa hoy día. Su vida ha sido un desastre, pero hace chistes y chascarrillea las situaciones. Entre Aznar y Zapatero se ve la extracción de uno y de otro. Por ejemplo, lo que más le ha dolido a la derecha en Extremadura ha sido la foto dulce del viejecito feliz que nos ha ofrecido Ibarra. Pero ésa es la diferencia entre no ser culpable y serlo, que es el caso de los demás.