Cuando falta todavía mes y medio para que termine el semestre de presidencia española de la Unión Europea (UE), la cumbre UE-América Latina que se celebró ayer en Madrid aspiraba a ser el florón de la gestión que tenía previsto España al frente de Europa. Sin embargo, no parece que los resultados obtenidos ni el éxito de la puesta en escena vayan a salvar una presidencia anodina que, eso sí, ha pagado la novatada de ser la primera con doble mando (el presidente de turno y el presidente permanente del Consejo Europeo) y ha quedado zarandeada por el vaivén de los mercados y definitivamente sepultada por el peso de la recesión económica.

Y es que los únicos acuerdos concretos habidos en la cumbre se limitan al terreno comercial: se han desbloqueado las negociaciones entre la UE y Mercosur, congeladas desde el 2004; se ha logrado un acuerdo de asociación con Centroamérica (eso sí, el primero que firma la UE con una región integrada por varios países) y hoy se firmarán otros dos acuerdos comerciales con Colombia y Perú.

El desbloqueo de las negociaciones para crear una zona de libre comercio entre la UE y Mercosur (integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) es un paso adelante, aunque a nadie se le oculta que ahora viene lo más difícil. Y ello porque un grupo de países europeos, encabezados por Francia, han paralizado durante seis años las negociaciones, y el mismo día en que se salvaba el obstáculo en Madrid, 10 de los 27 países de la UE ratificaban en Bruselas su oposición a lo que llaman nuevas "cesiones" agrícolas. Y es que todos rechazan de boquilla el proteccionismo, pero la realidad da la razón al expresidente colombiano Ernesto Samper cuando dice que el libre comercio es como el paraíso: todos quieren llegar a él, pero no todavía.

La cumbre reunió a 60 países --la mitad de ellos integrantes del G-20, cuyas mercado es de 1.000 millones de personas--, pero contó con significativas ausencias, como las del presidente venezolano Hugo Chávez y del flamante ´premier´ británico David Cameron, y con algunas visitas relámpago, como las de la alemana Angela Merkel o el francés Nicolas Sarkozy, que cedieron el protagonismo a España.

Al margen de los acuerdos comerciales, de la creación de una fundación y de la aprobación de un fondo de 125 millones de euros para infraestructuras, el resto fue retórica, como la llamada Declaración de Madrid, que incluye un plan de acción trianual en campos que abarcan desde la ciencia y el cambio climático hasta las migraciones, la educación o la droga. Retórica y buenas intenciones, como las de reformar los organismos multilaterales o el sistema financiero.