Muy sabio Salvador Pániker cuando dice que la juventud de un ser no se mide por los años que tiene, sino por la curiosidad que almacena. Y aunque no coincido totalmente con quien afirma que a los niños no hace falta enseñarles a ser curiosos, pues he comprobado tras muchos años de docencia que la presunta falta de motivación no son sino nulas ganas de indagar, estoy dispuesta a asumir con humildad la parte de culpa que tengamos los docentes en esa falta de curiosidad que padecen la mayoría de los alumnos cuyos resultados no son los que deberían. A menudo somos incapaces de contagiarles el entusiasmo necesario para interesarles por las materias, y eso es porque no sabemos cómo transmitirles la ilusión, que yo identifico con la curiosidad. Pereza intelectual lo llamamos, y nos quedamos tan panchos. Pues no. Falta de ilusión es lo que tienen estos chicos. Y aunque es cierto que la etapa adolescente es muy delicada, debemos encontrar la llave para que sientan el verdadero anhelo por lo nuevo. Que no son solo los objetos materiales que se puedan poseer, las últimas zapatillas de moda, las gafas de marca, el iPhone 8 y todo aquello que la sociedad de consumo vía trending topic en Instagram, Pinterest o la tele misma les ofrece como peldaño necesario para la felicidad.

Siempre en estos días del año, por muchos que cumpla, me vienen a la memoria las jornadas de mi niñez previas a los Reyes Magos. En otra época y otra tierra en que en mi casa se vivía la ilusión, madre de la curiosidad, madre de la esperanza, madre de la alegría. Primero con el sueño de que los magos de Oriente entraban por la ventana del tercer piso de la calle Lauria en Barcelona y nos dejaban a todos los miembros de la familia lo que habíamos pedido. Y luego, cuando el sueño de fantasía terminó, sabiendo a ciencia cierta que los regalos para todos no eran fruto de la magia sino del cariño y del deseo adulto de ver brillar los ojos de los seres queridos con la ilusión que nunca debería perder ninguna persona.

Curiosidad e ilusión. Antes y después de los magos.