XSxi hay algo que me rebota, me retuerce las entrañas y hasta me hace vomitar de indignación es la estupidez. Y ya empiezo a estar harto. Murió Curro, mi amigo, mi hermano, mi músico, y tuve que leer en la prensa (¡manda huevos!, ¿no podían haber preguntado?), que era un gran "versionista" de canciones de los Beatles. ¡Valiente majadería!

Vuelve Curro a la actualidad, algo natural, porque para quienes le queríamos nunca se irá, y leo que los taurinos van a hacerle un homenaje con pintura incluida de su cara en el ruedo cacereño. Me conmueve y me alegra. Su afición a los toros fue tardía, pero intensísima. Su personalidad, abierta, afable y comunicativa, caló tan hondo entre los aficionados que se diría que él también lo hubiera sido de toda la vida. Por encima de todo, fue un hombre cariñoso, apreciado por cuantos le conocimos porque era (¡qué duro escribir en pasado!) sencillamente, adorable.

Pero la ignorancia corre paralela a la estupidez. Y ayer, cuando por segunda vez he tenido que leer que su vida pública se redujo a haber formado un grupo con Paco Martín, o Pedro Almodóvar, se me han revuelto las tripas.

¿Fue ésa toda la importancia de Curro ? ¡Por Dios! ¡Ese grupo se deshizo cuando Curro tenía quince o dieciséis años! Luego se fue a Sevilla a estudiar un peritaje agrícola que acabó transformándole en... un maravilloso guitarrista. Y se volvió.

A principio de los setenta Curro creó, con varios amigos y la que luego sería su mujer, Carmela, un maravilloso grupo de música folk que se hizo inmediatamente popular por su calidad, Campo Abierto, que se quedó en nada porque aquí la música nunca ha tenido apoyo. Luego, durante diez años interrumpidos, Curro arregló mis canciones y llenó de música cada uno de nuestros recitales. Jugándosela muchas veces, en la transición democrática, cuando nos grababan las canciones para entregárselas al gobernador civil. Sacrificando veranos en defensa de una idea por la que sólo cobrábamos el dinero de la gasolina, destrozando kilómetro a kilómetro el coche de Carmela porque en mi seiscientos no nos cabían las dos guitarras con sus fundas aparatosas. Curro fue un músico comprometido con la democracia y con la libertad que entonces imaginábamos, y luchó por ellas a golpe de música.

Sinceramente, unir el nombre de Curro al de Almodóvar para intentar darle importancia me parece impropio, mezquino, ignorante. Curro era ya mucho Curro cuando Almodóvar andaba preparando las oposiciones a Telefónica.

Nada contra el homenaje de sus amigos taurinos, al contrario. Aunque a mí, sinceramente, me va a gustar mucho más, cuando vea su cara en la arena, recordarle allí mismo, en todo el medio, tocando la guitarra conmigo en un festival a favor de los chavales de Proa. Ese, generoso, cariñoso, tierno, ése era Curro. Y esta región le debe mucho más que haber tocado a los quince años con un interno de los frailes que, cuando ya estaba todo hecho, decidió hacerse famoso. Le debe, entre otras cosas, el recuerdo entero.

*Profesor