XExra una frase habitual. Los del pueblo --quiero decir ciudadanos en general, no pueblerinos ni catetos-- la usaban temerosos cuando no tenían más remedio que acudir a alguno de esos personajes autoritarios que tocaban poder. Con la mirada baja, calladitos, humildes, tan prudentes que resultaban sumisos. A veces el fulano con cargo daba su permiso, otras no. El ciudadano aceptaba cualquier respuesta. Todo antes de oponer argumentos o contrariar al superior. No. Eso era un riesgo innecesario. Las prebendas, los favores y el bienestar diario solo podían obtenerse de dos maneras: asentir o callar. Y, naturalmente, a cualquiera le gustaba vivir sin problemas.

Bueno, tonterías de antaño. Aquí ya no hay tiranos. Llevamos tiempo apostando por el progreso. Y todos los progresistas , ya se sabe, son amabilísimos. Poder sí tienen, la verdad, pero lo gestionan estupendamente. Nadie tiene que llamar a una puerta con miedo, no hace falta ir con tapujos, viva la libertad, somos plurales, lo de menos es cómo piense cada uno, todo cabe en esta sociedad democrática, etcétera. Y el personal tan contento. A votar cuando toque y a sonreír, de lo demás se ocupan nuestros políticos y sus allegados gestores que para eso han sido elegidos.

Reconozcamos que el sistema funciona. No hay más que mirar alrededor en esta Extremadura nuestra. Un vergel, vamos. Un prodigio de avances y maravillas impensables hace pocas décadas. Por eso el pueblo es feliz. Prueba de ello es que nadie protesta ni hay objeciones al proceder de los progresistas que gobiernan nuestro destino desde hace... --perdonen que no dé cifra exacta, es que ya ni me acuerdo de cuántos años hace de eso-- y que la mayoría de los medios de comunicación celebran alborozados los grandes logros regionales.

Y sin embargo... aunque no lo crean --se lo voy a contar en voz baja--, sé que existen algunos ciudadanos progresistas --sin comillas-- que disienten de esta visión. Sí. Así, como lo oyen. Gente con ideas, fíjense, ideas, pero distintas, claro. Son gentes normales, se lo aseguro. Extremeños. Preocupados. Interesados. Lo sé porque conozco a alguno, en serio.

Una de estas personas --de nombre Pepi Campos, aunque ella quiere que escriba Pepi K. para mantener el incógnito-- es una vieja amiga mía: Nacida en un pueblo, hoy alcanza esa mediana edad que a ninguna mujer nos gusta descubrir. Es funcionaria en alguna consejería, divorciada de un ejemplar machista y desalmado, madre de dos jóvenes enganchados a partes iguales al botellón y a la tecnología --el mayor, creo que por fin se ha matriculado en la Uex; el chico anda todavía en el instituto--. Ha visto cómo se le desgarraba la vida en no pocas ocasiones, pero mantiene intacto un increíble sentido del humor. Votó con auténtica fe por el PSOE más de una vez. Es lúcida. También, a la vuelta de los años, se ha convertido en una escéptica. Y además --por eso la defiendo-- es, sobre todo, fiel a sí misma.

Es curioso, pero me ha dicho que a veces no le permiten expresarse. Yo digo, mira Pepi, no me vengas con esas, es imposible, aquí todos podemos hablar. De verdad, cariño, me contesta, que si digo algo me dejan sin trabajo y olvidada en un rincón de la consejería. Y ella tiene necesidad de expresarse. Entonces, me ha pedido que escriba yo por ella: Anda, cariño, tú que no tienes nada que perder y te expresas bien, me ha dicho. Y luego: Si quieres yo te voy dando temas y tú los vas poniendo ahí donde puedas. Cosas que pasan aquí, la educación, la política, la sanidad, el campo, los jóvenes, las ciudades, ¿te parece? Lo dice tan convencida que no he podido negarme. Vale, contesté, intentaré transmitir las preocupaciones de una ciudadana como tú, o sea, normal, sin cargos ni prebendas. Pero si me riñen, las culpas a medias, ¿de acuerdo?, y dijo, sí, claro, faltaría más.

Por eso estoy aquí. Siempre y cuando el director de este periódico dé su permiso y ustedes también. Para comentar la actualidad y la vida desde el punto de vista de una sociedad civil que sobrevive sin plegarse al servicio del poderoso. Con la mente abierta de par en par por si quiere colarse un pensamiento libre sin llamar a la puerta.