El calendario de este año fija las vacaciones de Semana Santa a mediados de abril. En ocasiones anteriores, estaríamos ante dilemas prosaicos como el de discutir si esos días serán para rebañar los últimos días de nieve o apostar por los primeros de sol. Pero hoy el panorama es más complicado: hay una caída sin precedentes en las reservas de plazas de hotel y avión para esas fechas. La explicación más inmediata es que la incertidumbre internacional retrae la decisión de los consumidores españoles y del resto de la UE. La razón más tranquilizadora es que contratar viajes por internet se ha convertido en una subasta generalizada a la baja que cada vez tiene más adictos a las ofertas de última hora.

El 15% del PIB español lo aporta el conjunto de la actividad turística. Pese a las explicaciones oficiales, las bajas expectativas de ocupación hotelera para Semana Santa indican que estamos ante otro daño colateral de la guerra que se prepara en Oriente Próximo: millones de familias europeas posponen su decisión sobre las vacaciones de primavera porque intuyen que sus gobiernos están en otra onda. El dato debería preocupar mucho más de lo que demuestran a nuestras autoridades económicas.