Un amigo me ha puesto sobre la pista de unos premios que llevan el nombre del creador de la Teoría de la Evolución y reconocen cada año a las personas que han muerto de la manera más imbécil. Hace diez años se lo llevó un caballero de Michigan (EEUU) que apostó con sus amigos quién aguantaría la respiración durante más tiempo sumergido en una piscina. Ganó la apuesta, pero murió en el intento. Y por supuesto se llevó el premio Darwin de 1998.

Viendo lo visto, cualquiera diría que los demócratas en EEUU y los populares en España compiten este año para colocar su nombre en la nómina de los Darwin. Allí, Clinton y Obama están dando una lección de pundonor político que tiene, por otra parte, un perfil suicida. Desaparecido el contrincante natural, ambos se han quedado solos, frente a frente, sin otra capacidad para sacar brillo a su propia candidatura que el ataque fratricida lanzado para desgastar al compañero. Imagino a John McCain disfrutando del espectáculo mientras prepara tranquilamente la campaña presidencial.

Aquí sucede otro tanto con las disputas precongresuales en el seno del PP. Después del "no me resigno" de Esperanza Aguirre y el "que se vaya si quiere" de Rajoy se ha abierto una brecha en el partido que no la restañarán ni matizaciones ni congresos. Parece que Aguirre ha renunciado al Plan A para hacerse ya con las riendas del partido y prepara su plan B para intentar dentro de tres años la nominación de su partido, siempre que la oposición, las citas electorales pendientes y su propia labor de zapa desgasten lo suficiente a Mariano Rajoy. El problema es que quizás, como el ciudadano de Michigan, ninguno de los dos aguante tanto tiempo sumergido en la piscina de la incertidumbre. Y a lo mejor, dentro de tres años se tiene que lanzar un tercero sin tiempo ya para reconstruir unidades y para enfrentar un proyecto sólido que saque al PP de la bancada de la oposición.

Y mientras tanto Zapatero , como McCain, descansa al borde de la piscina constatando que los milagros existen. Mientras su vicepresidente desgrana los crudos indicios de la tormenta económica, la oposición no levanta la voz, y si la levanta no se percibe, porque ellos mismos han convocado otra tormenta mucho más estruendosa. O corrigen el rumbo, o se llevarán los Darwin de 2012.