Sólo le faltaba al ministro británico de Interior, David Blunkett (Sheffield, Reino Unido, 6-6-1947), que un intruso se le colara en el palacio de Buckingham como aquel cómico disfrazado de Bin Laden que se coló en el castillo de Windsor en el cumpleaños del príncipe Guillermo. Y no será porque el responsable del orden público no haya endurecido la ley para lograr la máxima seguridad.

Ciego de nacimiento y huérfano a los 12 años (el padre murió al caer en una vasija de agua hirviendo en la compañía de gas en que trabajaba), Blunkett sufrió tanto que se curtió para cualquier revés ulterior. Su conciencia social le llevó a militar en el Partido Laborista a los 16 años. Luego se graduó con la máxima nota en Teoría Política en la universidad de su ciudad natal, de la que fue concejal a los 22 años y alcalde a los 33. La ceguera, en vez de arredrarle, parece que le estimuló para su carrera como político. El fue el primer ciego que llegó a diputado (1987) y a ministro (1997) en su país. Tony Blair no dudó en nombrarle titular de Educación y Empleo, a él, sí, que era lo más de izquierdas que se podía ser entonces en el laborismo.

Como ministro de Interior, Blunkett decidió cambiar el izquierdismo por el pragmatismo a lo Blair. Y con su látigo contra la inmigración se ha convertido en la bestia negra de los defensores de los derechos civiles. Ver (o no ver) para creer.