Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Es normal en las instalaciones de alta seguridad o en los organismos encargados de hacer frente a situaciones graves, tener unas claves de números o colores por las que se evalúa una situación de alarma. Por ejemplo, 1 salta la alarma, 2 alarma grave, 3 alarma extrema, 4 catástrofe: después de escuchar el Debate de la Nación habido el lunes y martes pasado en el Congreso de los Diputados, la situación política de nuestro país tenemos que colocarla, desde la prudencia al menos en uno.

El debate comienza lastrado con el escándalo de la Asamblea de Madrid, que lo vicia desde el comienzo. Siendo alarmante el comportamiento de los populares, al aprovecharse de una situación bochornosa para desvirtuar el resultado de las urnas. Esta falta de grandeza moral es lo auténticamente importante.

Los socialistas, lógicamente, entre irritados y dolidos no estaban en el mejor momento para un debate de esta naturaleza, pero aún así, si los mecanismos éticos funcionasen mínimamente el PP debiera estar peor.

Este debate, más allá del espectáculo mediático y su tratamiento, casi más propio de la crónica deportiva que de la política, con tantos a favor, tantos en contra, victoria por puntos, etcétera. Tuvo actitudes, contenidos y modos que evidenciaran la estrategia rupturisa de Aznar, que tan sólo conducen a una sociedad crispada y dividida. Otra vez la pesadilla machadiana de Frascuelo y Lagartijo. Blanco o negro, bueno y malo. Patriota y antipatriota.

Es verdad que nuestra sociedad ha madurado mucho, pero no juguemos a crisparla. Este es un inmenso error.

Más en la dialéctica lógica de estos debates estuvo la cuestión económica, que no es desde luego lo que peor le está saliendo al Gobierno Popular, pero al no querer reconocer los claro oscuros de su política económica, en la que siendo ciertas las cifras de crecimiento y empleo, no son menos ciertas la interpretación sesgada de las mismas, particularmente en lo que respecta a la precariedad, casi insoportable, del trabajo creado. Y al intolerable precio que está adquiriendo la vivienda.

Tal vez, lo más preocupante fue el tratamiento que se dio a los temas de cohesión del Estado. Es verdad que los discursos nacionalistas ayudan poco a una actitud comprensiva, algunos como el del PNV la hacen imposible.

Pero tampoco resulta nada conveniente a este respecto la actitud de Aznar, al esgrimir por un lado, las víctimas del terrorismo, que son víctimas de todos, como bandera política para sacar dividendos, y por otra buscar la confrontación con los nacionalistas, a fin de erigirse en solitario, guardián de la unidad de España. Y este es un despropósito que a quienes más favorece es a los propios nacionalistas. Esta es una muy delicada cuestión, en la que nadie debe jugar con los equívocos semánticos y en el que la colaboración de los dos grandes partidos que vertebran España es obligada, tácita y expresa. Y precisamente por esto resulta absurdo oponerse a ciertas reformas constitucionales, cono la reforma del Senado, que en el fondo no es más que profundizar y desarrollar la propia Constitución.

Es cierto sin embargo, que la soberanía, ni con Euskadi ni con nadie puede ser compartida. Los listones deben estar explicitados, la práctica imposibilidad de democráticamente superarlos también. Condición ´sine quanon´ el entendimiento básico en esta cuestión del PP y el PSOE y desgraciadamente Aznar hace muy difícil este diálogo.

Estamos en la alarma número 1, lo mejor es que se apague y en ello debe esforzarse toda la clase política.