XYxa lo tenemos casado y recogidito. Todos a descansar, que han sido años duros con tantas novias y tantos amoríos, que no nos llevaron ni a buen puerto ni a la Catedral de la Almudena. Hasta mi secadora Mariví tiene un deje de reposo, como matrona con el deber cumplido. Claro que hay deberes y beberes, como el del feudal príncipe de Hannover, que no debió, pero sí bebió hasta las tantas en los madriles y, claro, ni con agua escaldando lo divorciaban del cálido edredón que debe y no bebe, tener el Ritz.

Pues eso, que a otra cosa mariposa, y a partir de ahora, a especular y esperanzar con la crecida del vientre de Su Alteza Real la Princesa de Asturias, a ver si nos trae herederos únicos, mellizos y hasta trillizos.

Claro que SAR está tan estilizada de grasas que cualquier aceituna que se zampe podría ser --a ojos visto por este país de chinchorreos-- como un signo y prueba de una futura maternidad. Mariví --la secadora, la mía-- me comenta triunfal, que entre sus plegarias a la mártir y a san José, el calamonteño, le pide que sea niña, para que esta monarquía nuestra sea de lo más in, y posrequetemoderna, y guarde entre los entresijos de las tiaras, la actitud machil de la sucesión a la corona de los hombres en primer lugar. Siempre las mujeres han sido las primeras en el deber cumplido y en el deber del sentido común: las más, juezas, las más universitarias, las mejores y pacíficas conductoras y, sobre todo, en el arraigo fiel a la raíz, que sólo puede tener y sentir quien ha parido. A sus Sus Altezas Reales desearles que lo que venga, venga bien. Y como de deberes cumplidos hablamos, Mérida, la ciudad donde aposento mi existencia, también cumplió con su deber de abrir las puertas (martes 25) del Palacio de Congresos y Exposiciones.

Turbamulta de políticos e invitados fueron testigos de un deber cumplido y, en dos palabras, im presionante. Rayano al río, el palacio viste la textura recia de la piedra y la claridad diáfana de ventanales inmensos, para que el Guadiana sea testigo de un foro que pretende suscitar encuentros, música, teatro, ahora que tanto se necesita. Espacios tan abiertos que, ya piden a gritos la identidad para los que fueron alumbrados. Mérida se lo merece: una de ellas, por su vejez augusta y romana; la otra, por joven y en plenitud de su lozanía. Las dos ciudades mirándose como madre e hija, con un cordón umbilical tendido por puentes, y con las soberbias construcciones del pasado y del presente, como la metáfora, que sólo nos dice que somos tiempo, pero no olvido. Se mirarán como se mira al hijo: primero con asombro y luego con la dicha de ver sus primeros pasos, la arruga y la piel lisa; gradas sagradas y la platea por cubrir. Tándem creado por los hombres, para construir vida y no arrasarla. Desde ayer, desde hoy mismo, la ciudad en la que habito se ha hecho infinitamente más bella: el Guadiana aminorará su paso antes de perderse y podrá ser testigo de emociones y encuentros, para calmarse la fatiga de tanto recorrido.

A lo mejor se emociona con Falla o Beethoven; o con Suspiros de España, sacadas de las notas y la maestría de la Orquesta de Extremadura. También el parlamento de unos actores que representan la vida. O el cuadro de un pintor, para llevarse sus colores al mar. El Guadiana decidirá, tras el deber cumplido.

*Autor teatral