Nadie pone en duda a estas alturas que José Ignacio de Juana Chaos es un asesino despiadado que arrebató la vida de 25 personas. No dio ninguna oportunidad a sus víctimas y se comportó como lo que era: militante de la organización terrorista ETA, empeñada en sembrar la muerte. No hay pruebas de que durante los años que pasó en la cárcel por sus brutales crímenes mostrara arrepentimiento alguno ni diera muestras de sentir alguna forma de compasión hacia quienes fueron víctimas de sus fechorías.

Causa estupor que el verdugo de 25 seres humanos dejara saldadas sus cuentas con la justicia después de pasar 20 años en la cárcel. No obstante, la ley con la que fue condenado lo hacía posible y hubiese sido una aberración aplicarle con efectos retroactivos las modificaciones introducidas en el Código Penal con posterioridad a la sentencia. Es indudable que una ley tan suave con un asesino en serie era esencialmente injusta con las víctimas, pero hubiera resultado indefendible forzar el incumplimiento de la propia ley para alargar el periodo de cumplimiento de la pena.

Si no se hubiese instado el procesamiento de De Juana Chaos por dos delitos de opinión, este habría salido en libertad. No se dio tal circunstancia porque la Audiencia Nacional dictó medidas cautelares contra el etarra en cuanto se inició el nuevo trámite judicial y la fiscalía solicitó una condena de 96 años. La génesis de aquel nuevo encausamiento alimentó la sensación de que el caso se había politizado y por eso se había bloqueado la liberación de De Juana Chaos, que finalmente fue sentenciado por la justicia a 12 años y 7 meses de cárcel.

Dicho todo esto, resulta sorprendente que la Audiencia Nacional haya negado al condenado la petición de prisión atenuada, solicitada por la defensa y por la fiscalía, a causa del deterioro de su salud desde que se declaró en huelga de hambre. La mayoría de la sala (12 votos a favor y 4 en contra) apoyó la petición de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que exigía la encarcelación del etarra y su alimentación forzosa. De hecho, está siendo alimentado a través de una sonda en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. Los jueces entienden que hay riesgo de fuga. Y sorprende la decisión en primer lugar, porque los argumentos invocados por los magistrados parecen estar lejos de la situación real del condenado. En segundo lugar, porque la justicia española corre el gravísimo riesgo de quedar en evidencia si el Tribunal de Estrasburgo determina que no han sido respetados los derechos de De Juana Chaos. Y en última instancia, porque la condena está recurrida ante el Supremo, que puede revisarla a la baja --acaso demasiado tarde--, con el peligro añadido de soliviantar más los ánimos en el País Vasco y cohesionar al mundo aberzale, presa ahora de desorientación.