WHw ugo Chávez cumple 10 años en el poder a dos semanas de un referendo que puede abrirle las puertas a la reelección sin límite. Enfrentado a una crisis económica pavorosa, con una inflación alarmante y los precios del petróleo a la baja, Chávez fía su futuro en el predicamento del que goza entre los segmentos de población más desfavorecidos y en la prodigiosa facilidad de la oposición para enfrascarse en guerras internas fratricidas. Sobre esta doble realidad ha construido Chávez su máquina de poder, más el desprestigio de los partidos tradicionales y la tendencia al clientelismo político de las organizaciones chavistas, inspiradas en el legado nacionalista bolivariano y en un populismo socializante deudor de la producción teórica y la praxis de parte de la izquierda latinoamericana. Está por ver que de ello surja una realidad transformadora, consolidada y viable, asentada en la exportación de hidrocarburos, la intervención del Estado en todos los apartados de la economía y el surgimiento de una clase emergente educada en la nueva situación. Y aún es mayor la incógnita en cuanto al futuro que aguarda a las relaciones de Venezuela con Estados Unidos, primer cliente de sus exportaciones. Bien es cierto que Chávez hubo de afrontar en el 2002 un golpe de Estado en el que estuvieron implicados algunos sindicalistas petroleros y las organizaciones patronales. No lo es menos que una parte de la burguesía está lejos de poderse considerar leal a las instituciones. Pero es igualmente cierto que Chávez ha sido incapaz de promover la reforma social sin sembrar dudas a cada paso.