Aunque será un dato que no importe a casi nadie (menos del 1% de la población española lee poesía), Extremadura vive sin duda una Edad de Oro literaria, pero sobre todo son buenos tiempos para la lírica. En su reciente antología La cuarta persona del plural, Vicente Luis Mora seleccionaba una veintena de poetas nacidos después de 1960, de los cuales tres eran extremeños (Antonio Méndez Rubio, Diego Doncel y Ada Salas), de modo que solo nos superaba Andalucía. Sobre todo la cacereña Ada Salas, poeta de culto desde hace tiempo, se ha consolidado ya como una de las voces más reconocidas en nuestra lengua, como prueba que el Fondo de Cultura Económica, la editorial más importante de México, publicara hace poco una antología de sus versos, titulada Escribir y borrar.

La extrema exigencia y la concisión han sido desde siempre marcas de Ada Salas, catalogada por los críticos más perezosos dentro de la «poesía del silencio». Frente a quienes piden claridad en la poesía, y con ello no demuestran sino sus escasas luces, la aparente oscuridad de los versos de libros como Variaciones en blanco (1994), La sed (1997) o Lugar de la derrota (2003) se justificaba porque solo un lenguaje desgajado de los lugares comunes puede iluminar las relaciones ocultas de la persona con lo que la rodea.

Cansada de esa etiqueta, la autora tituló Esto no es el silencio (2008) a un libro que iniciaba una evolución hacia un poema más expandido, manteniendo su personal simbología. Si aquélla era una obra de transición, con Limbo y otros poemas (2013), Ada Salas dejó para la historia el que quizás sea el mejor poemario amoroso en español de lo que va de siglo, a la altura de lo que La voz a ti debida, de Pedro Salinas, fue en el siglo pasado. Pocas veces se han puesto palabras tan exactas a lo que es de por sí indecible: la pasión, el deseo sin fin, la necesidad de un cuerpo o una mirada.

Pasado el arrebato, la última sección de ese libro avanzaba hacia una poesía moral en el mejor sentido, es decir, de planteamiento de vida ajena a religiones o ideologías, en la cual profundiza su último libro, Diez mandamientos, compuesto por diez poemas que dialogan con otros tantos dibujos del artista Jesús Placencia. Un decálogo ético y poético, que nos emplaza a: vivir, confiar, estar atento, disfrutar, aprender, respirar, maravillar se, suspender el juicio, callar y obrar, seguir. Quien lea el libro de Ada Salas, no quedará indiferente ni podrá seguir viendo las cosas de igual manera, pues la poesía, si de algo sirve, aunque pocos lo sepan, es para vivir de modo más consciente, y quizás mejor.

*Escritor