XPxarant venatus in nemus . Ya lo dijo Virgilio: "Se preparan para cazar en el monte". Otra vez están aquí las congojas y ese misterioso temblorcillo que anuncian una nueva temporada. Segunda mitad de agosto: llega la media veda, y en un periquete aparecerá por lontananza un nuevo curso de caza, mayor y menor. Tiemblen, beatíficos urbanitas pacifistas de nuevo cuño: una horda feroz de sanguinarios cazadores se esturreará por los campos pasando a sangre y fuego a cuanto animalito viviente se ponga a tiro. (¡!)

No me extrañaría que ese fuera el mensaje que largaran los anticaza, ahora que se cierne ya el nuevo ejercicio. Desde hace muchos años la imagen del cazador ha ido perdiendo valoración y estima por parte del público ignorantón, que no hace oídos sino a unos medios de difusión empeñados en denostarnos y enviarnos al rincón del olvido.

A fe que buena parte de la culpa la hemos tenido nosotros, los del colectivo de cazadores, que casi nunca hemos sabido comunicar a la sociedad lo que en realidad andamos buscando por ahí con la escopeta al hombro. No voy, ni puedo (yo creo que ya ni quiero) explicarles lo que el cazador legal y cabal, entre los cuales honrosamente me incluyo, persigue con su práctica cinegética. Largo me lo fiáis; pero tengan en cuenta una cosa: si todavía hay algo de vida silvestre en el campo es porque los cazadores (los legales y cabales) nos hemos preocupado de que así sea. ¿Qué no?

La cosa tiene miga. Los autodenominados defensores de la naturaleza , waku-waku , disney y otras pamplinas, no sueltan un duro que repercuta en el mantenimiento de las especies silvestres; antes bien, para sostener sus ongs solicitan de Bruselas ayudas que les caen como maná llovido del cielo. ¿Y los malvados y pérfidos cazadores?

Apoquinamos cada año tal cantidad de plata a las arcas de la Administración que tiembla el misterio; no digamos a los bolsillos de los dueños legítimos de las fincas, y ainda mais a los hoteleros, armeros, gasolineros y un largo etcétera .

Otro ejemplo, ahora que empieza la caza de la tórtola. ¿Saben por qué aún vienen las tórtolas a su lugar natural, que es el encinar extremeño? Porque los cazadores nos hemos empeñado en que no dejen de faltar cada año a su cita con la vida y la procreación, y de paso a alegrarnos a algunos nuestro dolorido sentir. ¿Cómo lo conseguimos? Gastándonos el dinero de nuestros ahorros procurándoles siembras de cereal en las que se alimenten a sus anchas, se reproduzcan y luego se vayan a su invernadero africano. Si no fuese por el alimento que nosotros les procuramos hace ya muchos años que la lírica tórtola sería, no más, un recuerdo en la memoria de los cazadores mayores. ¿Saben cuántas cazamos de las que hay habitualmente en nuestro cazadero? Ni la quinta parte. Eso es gestión y dar vida al campo; lo demás palabritas finas y el vacío ecolatrista.

Miren ustedes: hay personas a las que el monte, el campo, se la trae al pairo, y viven tan ricamente sin sentir para nada ese latido que a otros, los cazadores, no nos da paz ni reposo. Hay algo ahí fuera que nos atrae inexorablemente y vamos en su busca siempre que la razón y la ley nos dejan. ¿Qué por qué con un arma? ¡Pues esa es la cuestión! El arma es el útil con el que aprovechamos unos bienes que la naturaleza nos ofrece. Y ya está. Pero seamos prácticos y dejémonos de explicaciones y justificaciones.

Año 2004. Europa ha incorporado a un grupo de países del este cuyas economías se parecen a la que tenía España por los cincuenta o los sesenta. Hay que ayudarles y poner su nivel de vida a la altura de los occidentales. Sanseacabó el mirlo de las subvenciones. Ya veremos a ver de dónde sacamos ahora la plata necesaria para sostener nuestro actual nivel de vida. ¿Qué tiene eso que ver con la caza? No. Casi nada. ¿Es competitiva nuestra productividad? ¿Y qué producimos? ¿Saben que producirían miles y miles hectáreas de esta región nuestra que no producen ahora nada?... Caza.

Anda, ¿y en los demás sitios qué? En los demás sitios nada, porque no hay nada de vida silvestre desde hace años, y además está todo lleno de gente, industrias y porquerías. En Extremadura hay un potencial cinegético fabuloso, que produciría... madre santa lo que produciría; de modo que ya saben nuestras autoridades lo que hay que hacer; bueno, claro que lo saben, lo que no entendemos es qué hacen que no se ponen manos a la obra.

Conste una cosa: ese futuro que tiene la caza en esta región acabará conmigo y con muchos como yo, que aún soñamos con una entelequia casi imposible: un monte limpio, una pieza libre y autóctona, nuestro amigo el perro y... la libertad.

*Profesor, escritor y cazador