Preguntarse en estos momentos si existe déficit de profesionales sanitarios en nuestro país parece una de esas preguntas contestadas de antemano. Un día sí y otro también aparecen noticias más o menos interesadas, fundamentadas, contaminadas y hasta alarmistas sobre la falta de profesionales de la salud, especialmente de médicos.

Y sin embargo, según los datos sobre el número de médicos, España se sitúa entre los primeros países de la OCDE y es claramente superior a la media de los países de la UE. Fuentes de información como Eurostat, EUR- OMS, etcétera. confirman los datos. En España contamos con tasas de médicos/población por encima de la media de los países más desarrollados y tasas inferiores de enfermeras/población para esos mismos países. Y pese a la tozudez de los datos se sigue insistiendo, con carácter general, que faltan médicos.

Las evidencias de los datos aportados por organismos nacionales e internacionales no parecen importar a los portavoces de la escasez, que una y mil veces pregonan la falta de profesionales para el presente y la apocalipsis para el futuro. ¿Qué futuro?

Con el ánimo de aportar alguna luz sobre la confusa situación creada querríamos afirmar lo siguiente:

a) La falta de información fiable sobre profesionales sanitarios en nuestro país es el principal problema a la hora de hacer afirmaciones creíbles sobre la situación de los recursos humanos sanitarios. Sólo sabemos con evidencia estadística que en España hay 237.050 enfermeros y 203.091 médicos colegiados (INE, 2006). Información que resulta muy imprecisa, dado que no todos los que están colegiados trabajan, y aún menos en el sector público, y que todos los que trabajan figuran como colegiados.

b) Al día de hoy no hay una planificación, ni nacional ni por comunidades, que permita conocer las necesidades presentes y futuras de recursos humanos sanitarios.

c) Existe evidencia, por comparación, sobre el superávit general de médicos y la falta de enfermeras con respecto al conjunto de los países de la UE, y de la OCDE, según los criterios de la OMS.

d) Existe un déficit en alguna especialidad médica en función de la demanda, sobre una oferta no claramente definida.

e) No hay relación alguna entre la oferta de plazas en la universidad y las demandas reales de profesionales.

f) Existe evidencia, por comparación, de la falta de enfermeras en algunas especialidades.

g) No existe ninguna garantía, con la normativa actual, de que la oferta de plazas de especialistas termine por garantizar la cobertura de plazas puestas a disposición de los demandantes.

XSIN ANIMOx de agotar las razones que puedan ayudar a desmontar informaciones equivocadas, confusas o interesadas, podemos afirmar que lo que sí existe es un problema de falta de planificación, derivado de tiempos pretéritos en que los recursos humanos sanitarios crecieron impulsados por una fuerte demanda, primero como consecuencia de la expansión del sistema de protección sanitaria con los años de desarrollismo, más tarde con la universalización de la atención sanitaria a partir de la Ley General de Sanidad de 1986 y finalmente con la generalización de las transferencias y el aumento de las prestaciones. Dicho crecimiento estimuló la oferta de plazas en escuelas y facultades hasta derivar en un exceso de titulados, que dio lugar al paro de los profesionales y a la reclamación de medidas que terminaron por imponer un numerus clausus , que con el tiempo ha terminado por hacer un cuello de botella por el lado de la formación.

Frente a este problema cabe adoptar tres soluciones: Una, fichar profesionales de otros países (modelo inglés); dos, ampliar el número de plazas en la universidad e intervenir en la elección de especialidad (modelos del norte de Europa); tres, un sistema mixto que conjugue la globalización de los recursos humanos con el aumento planificado de plazas de formación.

Pero además es necesario revisar el actual modelo funcional de las distintas familias profesionales, especialmente de médicos y enfermeras, buscando mejores indicadores de productividad, mejor distribución de los recursos, mejor aprovechamiento de las potencialidades profesionales, etcétera, para lo que es preciso establecer modelos que ya funcionan con resultados probados tanto en términos coste/efectividad como en indicadores positivos de salud y satisfacción. En esta dirección apuntan las mejores propuestas de quienes ven que las viejas soluciones no son útiles para situaciones nuevas, pues son nuevas las tendencias de los patrones epidemiológicos, la evolución en el uso de las nuevas tecnologías, los sistemas de gestionados de provisión, los movimientos migratorios de profesionales, la feminización profesional, la profusión de nuevas familias sanitarias, la posición de los usuarios, los nuevos modelos de relación socioprofesional, etcétera.

La pregunta sobre la necesidad de nuevos profesionales nos remite a nuevas preguntas: ¿Para hacer qué? ¿En qué lugares? ¿Con qué tipo de profesionales? ¿Para qué plazo? ¿Con qué competencias?

A estas alturas las respuestas simples no valen. Y desde luego decir que faltan profesionales sin hablar de planificación es sencillamente una temeridad. Es obligado responder primero a algunas preguntas. Decir, sin más, que faltan médicos significa crear una alarma social injustificada e injustificable por mucho que tales afirmaciones adquieran la presencia mediática a la que ahora, no por casualidad, estamos asistiendo.

*Director EU Enfermería y

T. Ocupacional de la Uex