WDwesde hace semanas, la vida política regional gira en torno a Rafael Vera. El exsecretario de Estado monopoliza el discurso político y los principales espadas del ruedo regional no hablan de otra cosa. No hay mañana en que los extremeños no se desayunen con las últimas declaraciones de responsables socialistas y populares en torno a este hombre. Se diría que Vera es alguien que se propone solucionar algún problema de la sociedad extremeña. No. Vera es sólo el último juguete --dicho sin ánimo de ofender-- con el que se han encerrado los dirigentes políticos extremeños. Mientras, la vida está en otra parte; las preocupaciones de los ciudadanos no parece que pasen por el destino judicial que tenga el exresponsable de Interior. Cuenta Torrente Ballester en la Saga/Fuga de J.B. que Castroforte del Baralla, capital de la quinta provincia gallega, levita cuando sus vecinos se enzarzan en discusiones inútiles. Era el momento en que llegaban los agrimensores de Madrid y, claro, no la encontraban; de ahí que se desconozca su existencia. El destino de Extremadura puede ser como el de Castroforte: que Madrid no la halle y la olvide. Y algo peor: que los políticos olviden que hay mucho que discutir y, sobre todo resolver, en esta región.