TLta muerte en Afganistán de la joven soldado Idoia Rodríguez Buján , nos ha recordado que allí hay una guerra no declarada, pero que como todas las guerras devora vidas. España tiene allí 690 soldados, están en misión de paz cumpliendo el mandato de Naciones Unidas, etcétera. El discurso oficial es conocido. Es verdad que Afganistán no es Irak, ni en Kabul pasa lo que pasa en Bagdad. Pero los talibanes matan y mueren enfrentándose a las tropas norteamericanas que andan todavía por territorio pastún buscando a Bin Laden , a su lugarteniente y al tuerto de nombre impronunciable que se les escapó a lomos de una vieja moto inglesa. En Afganistán hay una guerra --están desplegadas tropas de la OTAN y de una decena más de países--. Es verdad que las operaciones ofensivas las llevan a cabo los norteamericanos en la región fronteriza con Pakistán, pero el resto del país no es Suiza. Karzai , el presidente de Afganistán, no tiene mucho más poder que el alcalde de Kabul. Si se retiraran las tropas extranjeras, Karzai duraría lo que tarda un tiovivo en dar dos vueltas.

Ni controla el país ni ha cortado el cultivo del opio y el tráfico de heroína. Hay que estar en Afganistán porque es un compromiso asumido por la ONU --respaldo con el que no cuenta la ocupación de Irak-- pero, dicho esto, negar que allí están en guerra, es ocultar la realidad. Está claro que Zapatero no quiere ni oír hablar de estas cosas porque teme la analogía con Irak. Son guerras diferentes pero tienen un factor en común: la intervención norteamericana. En este asunto la delgada línea roja que separa una de otra es la política. Pero eso, a la pobre Idoia, no la devolverá la vida. Por eso creo que tiene derecho a una cruz con distintivo rojo. El rojo símbolo del valor de quien, vistiendo uniforme del Ejército español, ha dado la vida en una tierra que está en guerra.

*Periodista