El cardenal George Pell, ministro de Dios y ministro de Economía y Hacienda del Vaticano, será procesado por abusos sexuales a menores y por encubrir otros abusos practicados a otros menores por otros ministros de Dios. Vaya tropa. No salen en los medios por sus buenas obras, no, sino por sus ‘Romanones’, que los hay en todas partes, de Granada a Sydney, y que tienen querencia por el varoncito, qué le vamos a hacer. Lo de las buenas obras es cosa de párrocos de pueblo, no de purpurados. Bueno, ni todos los párrocos son almas benditas ni todos los purpurados andan por ahí porculizando a menores, con perdón, pero a la Iglesia le surgen últimamente demasiados casos de pederastia, como reconoce y no para de reconocer el propio papa Francisco, que ya no sabe decir si «es una enfermedad» o si es que «está presente el diablo», como dijo cuando dijo que «en la Iglesia hay muchos Poncios Pilatos».

La novedad del ‘caso Pell’ es que el Vaticano lo ha reconocido oficialmente, mediante rueda de prensa y un comunicado en el que informa de la «excedencia» concedida al cardenal para que sea juzgado en su país, Australia. Obviamente, el papa Francisco no ha hablado de juzgar, sino de «limpiar» su nombre. Tampoco ha hecho declaraciones, limitándose a su famoso «¿Quién soy yo para juzgar?», que le vale lo mismo para homosexuales que para pederastas: «No sería bueno que yo emitiera un juicio a favor o en contra del cardenal Pell, porque juzgaría con antelación». Pero lo cierto es que la justicia de Dios es poca para el papa Francisco y, harto de Poncios, ha enviado al cardenal Pell al banquillo de la justicia de los hombres, que es la única justicia. Y solo por eso habrá que reconocerle, queridos laicos, ateísimos ateos, su disposición a limpiar la Iglesia. Un buen papa, en fin, que los hay.

Evidentemente, tratándose de una institución tan gigantesca como resabiada, tan oscurantista como vieja, no será fácil cambiarle los hábitos. Pero el papa Francisco parece dispuesto a que la Iglesia no siga ocultando como pecado (allá cada cual con su conciencia) lo que en realidad es delito (allá cada cual con las leyes).