Los que fuimos padres en su día y ahora tenemos la suerte de ser abuelos, no tenemos por menos que sorprendernos por una nueva moda que está extendiéndose de manera vertiginosa y peligrosa por todas las maternidades y hospitales de nuestro país. Y, ¡mira que es difícil sorprender a los que hemos ido oyendo a lo largo de nuestra vida lo que nos han ido recomendando en hospitales y en consultas privadas de pediatras, sobre el cuidado y atención de nuestros bebés! Primero nos decían que era conveniente asegurarse de que el bebé durmiera siempre boca abajo, y que era sumamente peligroso que lo hiciera boca arriba porque podían, y de hecho parecía que se daban muchos casos, tener problemas de asfixia.

Pasado un tiempo, la moda de dormir boca abajo cambió y, por supuesto, era mucho mejor y más aconsejable que los bebés durmieran boca arriba, aunque también fuimos aconsejados que probáramos de lado, primero el izquierdo y luego el derecho, antes de eso.

Con el chupete pasó tres cuartos de lo mismo. Había que intentar, entonces, por todos los medios, que los niños no utilizaran el chupe. Parecía ser que eso les deformaba sus pequeñas y tiernas encías, por lo que los padres de entonces tenían que aguantar con verdadera y estoica paciencia, hasta que su nene, totalmente exhausto, acababa rendido y, agotado, por fin se dormía.

No duró, sin embargo, demasiado esta práctica porque, en unos años, se puso de moda, de nuevo, el uso del chupete. Es más, hasta era muy aconsejable, porque evitaba muchos perrengues y cabreos a niños y niñas y, sobre todo, a padres y madres.

Y que no se te ocurriera ponerle un gorro al bebé que, con todo el cariño del mundo, le había tejido la solícita abuela. Te decían que eso no era sano para el bebé porque tenía que tener la cabecita despejada para que se le aireara y cerrara bien la fontanela. ¡Y ahora no hay niño o niña que venga a este mundo que no aparezca en su primera foto de móvil con su gorrito ya colocado!

En lo que respecta al cordón umbilical, hemos pasado de la moda de hacerle curas diarias y bien tapadito, hasta no tocarlo mucho, no echarle nada y preferiblemente al aire.

¿Y lo de la esterilización del «bibe» y el chupete? Si tenías la mala suerte de que rozara el chupe un segundo el suelo, había que dedicar casi una hora entera entre hervirlo, limpiarlo y secarlo para matar todos los bichos. Ahora parece que no es tan malo y no hace falta hervir tanto.

Antes, nuestras mascotas se han llevado unas broncas enormes y algún que otro conato de escobazo por haber chupado a nuestro niño en la mano. Bueno, pues ahora parece ser que es estupendo y muy aconsejable el contacto del bebé con las mascotas e incluso un buen chupetazo de un perro en toda la cara del niño es el mejor remedio para que no se constipe en todo el año.

En lo que se refiere al horario de las tomas de pecho o de biberón, los pediatras y enfermeras eran taxativos. Había que organizar un horario en que las tomas se produjeran siempre a la misma hora. No debías darle el pecho al bebé, aunque lo estuviera pidiendo a lágrima viva, si no era la hora establecida con anterioridad para comer.

Bien, pues ahora se acaba de imponer, no hace mucho, la nueva moda a la que me refería al principio, y es lo que se ha dado en llamar «a demanda». Es decir, a lo que quiera el nene y cuando le apetezca. Y aquí es donde se me revuelven las entrañas como padre, abuelo y, sobre todo, como profesor. ¿Cómo que «a demanda» y tan pequeñito? Ése es el camino que no debemos seguir. Ya somos demasiado permisivos en la infancia y la adolescencia (todo lo que piden los niños por su boca lo tienen al momento y sin esfuerzo alguno por conseguirlo) como para empezar a hacerles ver que, desde que salen del seno materno llegan a este mundo «a demanda». Desde que son pequeños, en todos sus cumpleaños, nos preocupamos de que tengan, además de los de casa, 28 o 30 regalos más, tantos como compañeros tienen en su clase. No tienen tiempo en ese día tan especial ni siquiera de abrirlos todos para jugar y disfrutar de ellos.

Están los colegios e institutos llenos de chicos y chicas que vienen de casa estando convencidos que, en esta vida, se consigue todo sin esfuerzo. No creo que sea bueno criar a un niño «a demanda». Si desde que nace le organizamos su vida con un mensaje tan insólito como «¡Venga, niño, pide por esa boquita que aquí estamos todos para lo que quieras y cuando quieras!», acabaremos haciendo personas insolidarias, egoístas, exigentes, vehementes, nerviosos, impacientes, impresentables, en definitiva, pequeños monstruos que, desde su más tierna edad, les hemos ido enseñando a hacer lo que le salga de «sus demandas».