Incluso para los más críticos con el sistema, la última semana de mayo y la primera de junio de 2018 nos han ofrecido la oportunidad de comprobar que la democracia y, concretamente, la democracia española consolidada en 1978, constituye seguramente el menos malo de los sistemas conocidos.

El 24 de mayo la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional castigó judicialmente con mucha severidad al partido que sustentaba el Gobierno de España, el Partido Popular, reconociendo la financiación ilegal desde su fundación, condenándolo como partícipe lucrativo, y dejando claro que la organización política había puesto en marcha «un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional».

Esta durísima sentencia puso en entredicho el tan cacareado control del Poder Judicial por parte del Poder Ejecutivo y la consecuente parcialidad de los jueces en España. Nadie con dos dedos de frente puede defender ya que el Gobierno controla a los jueces, o en todo caso habría que reconocer que los controla muy mal, puesto que el varapalo al partido de Gobierno fue de tal magnitud que lo derrocó por la vía de los hechos políticos consecuentes.

Cuando no habían pasado ni veinticuatro horas desde la publicación de la sentencia, a las 10:22h. de la mañana del día 25, el Grupo Parlamentario Socialista registró en el Congreso de los Diputados la propuesta de moción de censura que pretendía exigir las correspondientes responsabilidades políticas al Gobierno presidido por un Mariano Rajoy que había sacado adelante los Presupuestos Generales del Estado justo un día antes de la sentencia sobre el caso Gürtel.

La moción de censura es un procedimiento plenamente constitucional de carácter constructivo, que tiene como objetivo sustituir a un Gobierno que ha perdido la confianza del Congreso de los Diputados, por otro nuevo que demuestre tenerla. En este caso, la propuesta venía firmada como candidato a la presidencia por Pedro Sánchez Pérez-Castejón, que se convirtió en el nuevo presidente del Gobierno al tomar posesión el sábado 2 de junio, menos de diez días después del registro de la moción.

Si la sentencia judicial que tumbó al PP es un ejemplo de funcionamiento del sistema democrático, aún es más claro en el caso de un procedimiento estrictamente parlamentario (es decir, proveniente de los representantes directos de la ciudadanía), que deciden cesar al Gobierno en turno y nombrar uno nuevo. No es solo una funcionalidad constitucional plenamente legítima, sino que demuestra que partidos con desacuerdos profundos en temas importantes pueden ser capaces de ponerse de acuerdo para un bien mayor.

Más allá de la opinión que a cada uno merezca la oportunidad de la moción de censura y del beneficio o perjuicio que pueda proporcionar al partido impulsor y al resto, lo cierto es que ha demostrado la calidad del sistema democrático español, en la primera vez que prospera una de ellas desde 1978.

Cuando escribo estas líneas, Iñaki Urdangarín, marido de la Infanta Cristina de Borbón y cuñado del Rey de España, Felipe VI, ha ingresado en la prisión de Brieva (Ávila), como resultado de la sentencia del caso Nóos, que fue hecha pública exactamente diez días después del nombramiento de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, en la mañana del martes 12 de junio.

Más allá de la valoración jurídica de la sentencia, que debe ser dejada a la opinión de los expertos —y que el juez del caso, José Castro Aragón, ha considerado benévola con los acusados— la instrucción ha demostrado que puede sentarse en el banquillo a los miembros de la Casa Real, y que pueden ser condenados a ingresar en prisión.

Yo no recuerdo muchos periodos políticos más intensos que el transcurrido desde el 23 de mayo (aprobación de los PGE de Rajoy) hasta el 18 de junio de 2018 (ingreso en prisión de Iñaki Urdangarín), tan solo veintisiete días que han demostrado que, a pesar de todos los pesares —y son muchos—, el sistema democrático español aún conserva mecanismos de adaptación al signo de los tiempos. Aunque nada de lo ocurrido estos días sea determinante para el futuro, solo comprobar que los engranajes no están encallados es ya un éxito colectivo del país.

*Licenciado en Ciencias de la Información.