Comprendo (más que comprender: aplaudo) la sentencia de la Unión Europea que declara nula la marca ‘La Mafia se sienta a la mesa’, que así se denomina una cadena de restaurantes especializados en comida italiana. Lo comprendo porque se trata de una inmoralidad, como lo sería el caso de una franquicia de comida vasca que se denominara ‘ETA se sienta a la mesa’. El Tribunal General europeo reconoce que tanto el nombre de los restaurantes como su decoración (una rosita roja en las mesas, qué ocurrentes) ofrecen una imagen positiva de la organización criminal y banalizan sus actividades. ¿Banalizan? Otro sería el verbo, porque la fascinación por el crimen está en la naturaleza de los hombres, como prueba el éxito cinematográfico de Francis Ford Coppola y el de su inspirador, el novelista Mario Puzo.

¿Y la saga El Padrino, entonces? La existencia de libros y películas referidos a la Mafia no altera la percepción que se tiene sobre la Mafia, según la sentencia, porque esos libros y películas se circunscriben a la libertad de expresión. Distinto es frivolizar con una denominación --SSLqLa Mafia se sienta a la mesa’- cuyo mensaje minimiza la gravedad de quienes matan, extorsionan, secuestran... y, lo que es peor, existen. Por decirlo de otro modo: no es lo mismo un libro o una película sobre el Holocausto que una cadena de restaurantes dedicada al Holocausto. En el caso de Mario Puzo, autor de la saga El Padrino, nada habría que objetar si todo hubiera salido de su imaginación. El problema es que Puzo no necesitó imaginar nada, sino que le bastó con la realidad: un asesinado aquí, unos espaguetis después. ¿Habría que hacer con su saga lo mismo que con esa cadena de restaurantes? No. Basta con saber que la Mafia existe y que Puzo fue un novelista. Y que su fascinación por la Mafia debe figurar en sus novelas.

Pero hay que volver a la sentencia del Tribunal General europeo, que reconoce que la marca de esa cadena de restaurantes «puede ofender no sólo a las víctimas de la organización criminal sino a cualquier persona que tenga umbrales medios de sensibilidad». Y de buen gusto, por supuesto.