Periodista

Que le quiten del Ministerio de Defensa, en el que parece que no se aclara, y que le pongan al frente del acompañamiento de las competiciones deportivas en las que participan la selección española o equipos de la España indivisible que no representan a veleidades soberanistas. El señor Trillo, con su inmensa bandera bicolor en la madrileña plaza de Colón, tiene acreditada su competencia en la explotación de esta clase de sentimientos.

Vemos ahora en las transmisiones televisivas del Tour una inmensidad de ikurriñas, mientras que las banderas bicolores son escasísimas. Al paso de los ciclistas, algunos seguidores vascos tienen la osadía, incluso, de mostrar cartografía secesionista, del todo anticonstitucional, con Navarra y las provincias vasco-francesas incorporadas al territorio que llaman irredento. ¿Y dónde están las enseñas de España en el Mundial de natación que se disputa en Barcelona? Habría que ver si su número sobrepasa a las catalanas de la estrella independentista.

Hay que ver cómo vibra el ardor patriótico norteamericano ante el liderazgo en el Tour de Lance Armstrong y cómo las banderas de las barras y las estrellas animaban a Tyler Hamilton. Y no es menos el clima de patriotismo yanqui que se crea en la piscina del Palau cuando nadan los ases de EEUU. Menos mal que el señor Bush debe de ver poco estas transmisiones. Bastante ocupado ha de estar con las imágenes de Irak. Si no, se preguntaría dónde está el patriotismo de que alardeaba su amigo Josemari.

Que pongan a Trillo como organizador del orgullo español en las gradas y en la ruta ciclista. Con medios para montar un cuerpo de ardorosos animadores, puede lograr prodigios.