Paul Ricoeur , en su libro La memoria, la historia, el olvido , señala que hay por lo menos tres usos de la memoria. 1) La memoria impedida, que representa la compulsión humana a la repetición de los hechos históricos, sin saber siquiera que los estamos repitiendo y, en el mejor de los casos, sin preocuparse del porqué ni de las consecuencias de dicha repetición. Este tipo de memoria actúa contra nosotros mismos, ya que impide reconocernos en lo que fuimos y en lo que hacemos y haremos. 2) La memoria manipulada, cuando la memoria es instrumentalizada por el poder para construir identidades aparentemente sólidas, con pretensiones de eternidad y de exclusión de la alteridad de otros textos y contextos. La manifestación más radical de la memoria manipulada es el racismo y la xenofobia contra el otro , que se basan en una tergiversación ideológica de la memoria. 3) La memoria obligada, que representa el deber del ser humano de recordar los horrores y las injusticias cometidas contra un colectivo de personas, y de recordárselas a los otros, a los que no tienen memoria de las mismas.

La memoria obligada es el único tipo de memoria que puede actuar contra el olvido. Pero no contra cualquier olvido, ni siquiera contra el olvido en general o contra el derecho a olvidar, muchas veces necesario para saber qué es lo que tenemos que recordar y cuáles son los objetivos de dicha discriminación del recuerdo, sino contra el olvido de las injusticias, contra el olvido que implica engaño o silencio cómplice y que ayuda a establecer posteriores dinámicas de dominación. Este tipo de memoria es imprescindible para una acción transformadora del ser humano en todos sus contextos sociales, políticos, económicos y culturales.

XESTE DERECHOx a la memoria, a la memoria obligada, tiene como correlato el deber de recordar las injusticias y de reparar a las víctimas de las mismas. Se trata de una decisión consciente de no olvidar, como demanda ética de lucha por la justicia. Tanto el derecho de todos a la memoria como el derecho de las víctimas a obtener reparación son ampliamente reconocidos y consagrados en el ámbito del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y en la jurisprudencia de la justicia universal de los tribunales internacionales. El derecho a la memoria es el derecho que toda persona tiene a conocer la verdad.

Pero la cuestión no radica solo en preguntarnos qué hechos históricos concretos no recordamos o no conocemos, sino en algo más profundo. Consiste en saber, es decir, en indagar de manera atenta, buscar pacientemente y comprender, para fortalecernos como sujetos activos, evitando todo tipo de dominación derivada de lo que olvidamos o de lo que nos ocultaron. En cuanto a las víctimas, la reparación se viene entendiendo en un sentido amplio, más allá de la tradicional y necesaria compensación económica o de aquellos aspectos simbólicos que procuran una satisfacción plena y equitativa. En este sentido amplio de la reparación se han de incardinar las políticas de memoria histórica, puesto que el conocimiento y el recuerdo de la verdad son pasos necesarios e imprescindibles para una reparación integral de la dignidad de las víctimas. Es una cuestión de hacerles partícipes de la historia, de ocupar espacios negados en su historia personal (la comprensión de uno mismo), pero también en la historia y la identidad colectiva (la comprensión política, económica y social).

En el proceso de recuperación de la memoria que estamos viviendo actualmente en España, no se trata de reabrir viejas heridas, como dicen algunos, y suponiendo que estuvieran cerradas, ni de revanchismo, como dicen otros, sino de afrontar la dimensión bifronte de cualquier acontecimiento histórico y analizar sus causas reales. Unicamente de esta manera se pueden ir construyendo principios éticos generales, más allá de los hechos concretos, que nos permitan discernir entre lo que nos conviene o no hacer en el presente y en el futuro. La continuidad que establecemos con el pasado no ha de ser una continuidad estática, sino tendencial, que nos permita, así, ir avanzando hacia sociedades más justas.

La recuperación política de la memoria histórica permite crear y recrear las condiciones materiales, culturales e ideológicas de la existencia, fortaleciendo el deber de luchar frente a las injusticias y desigualdades del pasado y del presente, y rechazando los dogmatismos de un pasado escindido y determinista en base al cual se pretenda controlar el presente.

La recuperación de la memoria histórica actúa en este caso como un acto de resistencia, capaz de responder a los desafíos del presente. No existe una memoria neutral, como no existe una memoria única, sino maneras diferentes de articular el pasado con el presente. Por eso la memoria no es un acto del pasado, sino que, como señaló el filósofo alemán Walter Benjamin , son los riesgos del presente los que convocan a la memoria, a las diferentes memorias.